jueves, 29 de septiembre de 2011

¿Por qué caemos mal los guionistas?

Porque nos consideramos creadores únicos de los personajes de una película. Solemos asegurar que están basados en nuestros abuelos, padres, amigos, en nosotr*s mism*s. Demeritamos y sojuzgamos el trabajo de actores y directores.


Porque no admitimos que los personajes puedan decir otra COSA que LO QUE hemos escrito para ellos, y admitimos cambios a regañadientes. Cuando era actor, yo solía cambiar siempre (a mejor) los parlamentos de un libreto. Ahora también. (Espero)
Porque nos repatean los caprichos, sobre todo los de las actrices que están “puestas” en el guión con calzador, por su cara bonita, o por un affaire con el productor y no por su capacidad actoral, que siempre es de dudosa calidad.
Porque estamos no sólo acostumbrados, sino también lo exigimos: me refiero a que nos inviten siempre a comer, a beber, a tomar café, a paseos en barco, viajes. Queremos ir de arrimados, queremos ir de divas, de estrellas. Nosotros lo valemos.
Porque odiamos que cualquiera de cualquier equipo artístico de una producción, improvise cambios en el rodaje sobre nuestro guión, sobre todo si remiten a mejores ideas que las nuestras. No a la chispa del momento frente a lo incubado largo tiempo.
Porque la gente que no sabe negociar su sueldo en una producción siempre asegura repetidas veces: “…en cuanto termine esta temporada me voy, no soporto este guión.” Y la expresión suele ir siempre acompañada de la acción de tirar el guión a la papelera.
Porque vamos borrachos a trabajar, drogados, porque robamos, porque nos quedamos dormidos en el trabajo; por no asistir al trabajo, por tener siempre otra cosa mejor que hacer que escribir, por quejarnos constantemente de todo...
Por controlar qué gana todo el mundo en una producción, qué cuesta eso o aquello, cuánto se ha recuperado en taquilla, de qué modo se saca dinero de la distribución, porque desconfiamos de los demás, y siempre pensamos que se quedan con nuestro dinero.
Porque la gente cree que por ser escritores nos encanta que nos cuenten el rollo de la vida de los demás, (o sus pinches vacaciones) y cuando descubren lo egoístas y groseros que solemos llegar a ser, se sienten atacados, nosotros nos sentimos bien, y ellos ardidos.
Porque todo el mundo quiere echar un ojo al espacio donde trabajan los guionistas, a donde están las escaletas me refiero, para poder ver qué personaje se menciona más veces o para echar el chisme de las tonterías que se están inventando los de guión.
Porque los guionistas nos sentimos obligados a escribir escenas a la carta: que si una actriz es lesbiana con tetas de perra parada (como decía siempre un productor), que si el otro actor se niega a besar tipos porque se cree muy macho o tiene barriga…
Porque estamos orgullosos de nuestro sentimiento de superioridad, aunque lo disimulemos con una falsa timidez o una forzada simpatía, incluso una risa cacareada cada dos por tres es muestra de nuestra gran hipocresía.
Porque nos creemos Shakespeare, o casi, Y SIN EMBARGO le tememos al juicio artístico.
Porque nos encanta escribir escenas de sexo, porQUE SOMOS UNOS calentorros.
Porque la gente odia al blanco de los chistes malos (LOS DE GUIONISTAS), y si va vestido de forma rara CON MÁS RAZÓN, es natural.
Porque nos encanta vendernos, escribir por dinero, hacer publicidad encubierta (product placement), poner frases tontas de moda entre la gente y no nos quejamos de la tele ni de su falta de cultura ni de su ciego amor por el capital.
Porque somos tan mezquinos que con un par de elogios, de frases hechas, de flores marchitas sobre la tumba de nuestro ego, nos sentimos más que pagados: bien follados y contentos. Con tal de que hablen de nuestra “obra” y nos hagan sentir geniales…
Porque decimos nuestros diálogos susurrando, o gritando como un mal actor. Queremos ser graciosos o dramáticos constantemente, y somos patéticos, calvos y panzones.
Porque pueden pasar días sin que nos duchemos, o llevando la misma ropa. Y nos quitamos los zapatos en las juntas de trabajo. O vamos excesivamente arreglados, perfumados, cual dandis o pavorreales. Por exceso o por defecto, nuestro aspecto lo sufre.
Porque somos vegetarianos, u obesos. Lauren o Hardy.
Porque no nos sabemos el nombre de la gente de un equipo de rodaje, es más, suelen creer que el guión se escribe sólo y no imaginan que hay una persona detrás del texto. Somos asociales, masoquistas, truculentos e ignorados.
Porque somos lameculos, envidiosos, y nadie quiere hacernos el amor en el baño de la fiesta de final de rodaje. Y nosotros que sólo necesitamos UN POCO DE CARIÑO, si hasta conseguimos quitarnos el miedo al contacto FÍSICO a la octava copa de alcohol…
Porque nos encanta el chisme, el cotilleo, y damos a entender a los actores que si hablan mal de sus compañeros, les daremos más papel a ellos; pobres, si supieran lo maquiavélicos y tiranos que somos.
Porque somos pésimos ligones, y las chicas del rodaje sólo de pensar en liarse con alguien tan patético, o patán, o aburrido, prefieren hacer un chiste sobre nosotros ridiculizándonos en público.
Porque no sabemos disimular muy bien los bostezos en las reuniones con el productor. Incluso podemos llegar a reírnos de él, aún pensando que somos tan listos que lo estamos ridiculizando en su cara, y él sin darse cuenta.
Porque somos tacaños, y aún así desearíamos ser el centro de todas las reuniones sociales sin gastar un euro o un peso en ello.
Porque ni los médicos ni los dealers, nos toman muy en serio.
Porque podemos llegar a tratar fatal a gentes de la administración (pública o privada) y sin embargo, cuando entra un idiota al despacho gritando, “¿quién chingados escribió esta basura?”, nos achantamos cual perros.
Porque siempre nos quedamos con las ganas de viajar con los principales de la producción (en avión) y no con los secundarios (en camionetas).
Porque nos quedamos con las ganas de ir al estudio, aunque sea a barrer.
Porque nadie nos contrata para ir a la otra parte del mundo a escribir una película, y eso pesa.
Porque podríamos hacer una colección de la cara de pendejo que se nos queda cuando de un día para otro nos echan del trabajo sin avisar, y no tenemos nunca, los huevos para quejarnos.
Porque tenemos que prepararle cual secretarias, el café a mucha gente, y más de una vez hemos pensado en escupir en alguno.
Porque no nos gusta ir dejándonos besar o abrazar cada día, por actores y miembros del equipo. Es una especie de asco infundado, una orgía de sudores.
Porque sólo pensamos en la fama y el éxito, y quien dice lo contrario miente, pero bien pensando si logramos emocionar al público con una sola frase, todo lo escrito anteriormente en este artículo estará más que justificado y se nos perdonará con una sonrisa en el rostro. A fin de cuentas de una cosa estamos seguros: nuestras obras hablan por nosotr*s. Todo lo demás es silencio.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

así, así?? qué duro debe ser guionista, entretenido pero duro...o eres tú Inquilino, entretenido y duro, jjj :P Saludos

ACayala dijo...

Pero si tratar con un guionista como tu es super facil. Es no hacerle ni caso y despues decir que fue idea del guionista... :) Y se queda de un contento. :p

El inquilino dijo...

Que no estoy depre, sólo caigo mal! :D

Itzel Enciso dijo...

Pues lo que mejor me cae es en lo que no estoy de acuerdo jajaja
Y si el guionista cae "bien", "mal" o "regular", da lo mismo, lo que me importa es lo que escribe. Mientras sea interesante, inspirador o divertido lo que lea o vea (si el guión es filmado), seguiré leyendo o viendo, así que da igual el carácter apacible o chocante del guionista.

Saludos

El inquilino dijo...

Y si no escribe, eh, cae bien o mal?? Eso sí es patético, aparentar que uno escribe y no escribir. Fatal.

Itzel Enciso dijo...

Eso no lo sé, depende de quién sea el "guionista" o el que "aparente escribir y no lo haga" (guionista o pseudoescritor(a)).
Entre lo patético y lo fatal, espero que el inquilino siga escribiendo, sigo disfrutando de tus entradas.

El inquilino dijo...

Hombre, gracias por el elogio. Viniendo de ti...ti...tiene mucho valor. :) Y una de las cosas de escribir es alcanzar escribir, aunque suene paradójico. Ojalá me cogieran las palabras y no me soltaran durante una temporada, solo así escribir alcanzaría la luz y el placer, sobre todo la serenidad y satisfacción. Nos sentiríamos sobre una nube por encima de las montañas, en paz e inalcanzables.

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