Los
escritores somos seres terriblemente individualistas, y si me apuran, bastante
egoístas también. Cosa normal, pues aunque la realidad sea fuente de
inspiración, el ego siempre es y será fuente de creación. ¿Pero qué pasa cuando
tu mundo gira y se centra cada día más en el arte contar películas con
palabras, qué pasa cuando tus colegas de profesión son tus amigos, y viceversa?
La mayor de las veces, uno está abocado a una inevitable y parece que hasta pretendida…
soledad.