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lunes, 19 de mayo de 2025

A los guionistas nos están dejando fuera del encuadre

Leí el informe de la Oficina de Copyright sobre el entrenamiento de inteligencia artificial con obras protegidas. Lo abrí con una mezcla de curiosidad y esperanza. Pensé: “por fin, un documento oficial que pondrá en palabras lo que venimos gritando desde hace meses”. Pensé que encontraría claridad, alguna defensa del trabajo creativo, algún reconocimiento explícito de que lo que está pasando con nuestras obras no es solamente una “cuestión legal compleja”, sino algo profundamente injusto.

sábado, 10 de mayo de 2025

Hipocresías narrativas y de guion en la era del consentimiento

En el cine y la televisión contemporáneos, ciertos gestos han dejado de ser solo recursos narrativos para convertirse en declaraciones ideológicas. El beso, uno de los elementos más primarios y potentes del lenguaje audiovisual, se ha vuelto un campo de batalla moral. Pero lo curioso —y preocupante— es que ese campo de batalla no se libra de la misma manera si el beso es entre un hombre y una mujer, o entre personas del mismo sexo.

jueves, 8 de mayo de 2025

Lo que Mijaíl Chejov y el Actor’s Studio pueden enseñarnos a los guionistas

En los años cincuenta, el Actor’s Studio era una especie de santuario para el actor moderno. Allí dentro se aprendía a sentir sin llorar, a mirar sin parpadear, a hacer silencio con peso dramático. Era un lugar con ecos de iglesia, pero en vez de rezar se improvisaba. El humo de los cigarrillos, la tensión contenida y esa mezcla de veneración y angustia que da saber que quieres ser artista, pero no sabes si vas a poder. Ahí se gestaban leyendas. Dean, Brando, Monroe. Y en ese ambiente saturado de intensidad, el nombre de Mijaíl Chejov aparecía como una especie de conjuro extranjero, algo entre lo místico y lo revolucionario. Un ruso que hablaba de "el alma del gesto".

jueves, 1 de mayo de 2025

Escribir guiones infantiles... no es un juego aunque lo parece

Llevo décadas escribiendo para la infancia, desde aquellos cortos animados con los que colaboramos en los talleres de Cineteca en los años setenta, hasta los programas infantiles para televisión educativa en los noventa. Siempre que alguien me pregunta por el “secreto” de escribir para niños, les digo lo mismo: es más difícil que escribir para adultos. Y no lo digo para intimidar, sino para invitar a una reflexión seria. Porque los niños no son un público fácil. No perdonan el aburrimiento, ni los sermones, ni los gestos vacíos. Hay que ganárselos con historias que les hablen de tú a tú, sin escudos ni disfraces. Historias que los sorprendan, los conmuevan y, sobre todo, los hagan sentir que lo que están viendo es para ellos, no para sus padres.