Escribir un piloto es como ofrecerle un primer beso al público y una entrevista de trabajo al productor. No basta con enamorar: hay que convencer. Porque el piloto de una serie dramática de una hora no es solo el comienzo de una historia, sino el acta de nacimiento de un universo que debe sostenerse durante años. Lo que está en juego no son sesenta páginas, sino la posibilidad de que el espectador quiera volver.