lunes, 13 de diciembre de 2010

Breves 2



El estómago del guionista es el lugar más inestable del mundo. Sus fronteras se expanden llegando a copar incluso las demás vísceras. En su territorio hay volcanes, cascadas, desiertos, fango y estanques en los que de vez en cuando flota algún nenúfar. Pero de vistas para afuera, el estómago del guionista está enfermo, digno de un tipo visceral e inestable. 
          Colon irritable, gastritis, nervios, inseguridad, sobre dosis y glotonería son las cartas de presentación de este espacio que es de todo, menos un lugar aburrido. Quizás, demasiado escatológico en un sentido religioso. 
           Ni estómagos vegetarianos ni cambios de dieta podrán asegurar nunca, que estos laboratorios de la alquimia literaria alcancen algún día la categoría de férreo búnker acorazado. Hitler jamás se suicidaría en el estómago de un tipo de la calaña de un guionista. Ahí vive muchos años.
            Es penoso aceptar con toda la humildad del mundo, cómo después de más de una década de continuo trabajo y esfuerzo en la carrera de un guionista, a éste sólo le ofrezcan trabajos en el escalafón más bajo de un rodaje. De corre ve y dile, como se dice en México, o de second de second-second. (Es una redundancia, lo sé, pero para que el guionista en cuestión aprenda a esperar)
            He descubierto que cuando uno espera, lo mejor es escribir. Hacer siempre es mejor que no hacer, como diría el sicomago Jodorowsky. Pero se le olvidó añadir qué tanto es hacer y qué tanto no es hacer. Lo terrible de tan grato descubrimiento sería descubrir también, que es mejor escribir la idea que uno tuvo en formato novela y no en formato guión. 
             Y el peor descubrimiento de todos sería comprobar que no es una cuestión de formatos, sino de trabajo. Este divague negativo es paralizante, mejor lo termino aquí. Jodorowsky-ojodeoro, me pones nervioso.
            El guionista es un ser atrapado en el perfeccionismo. Cuadricular tanto una historia como para encajarla en un guión es equiparable a escribir poesía medida y rimada. Tan de moda en los últimos años, y tan prestanombres del hip-hop. 
            Es un trabajo de chinos o de viejitos, como diría mi amigo PJ. O de adolescentes, de locos, de solitarios y aburridos inquietos, se podría añadir. Pero no, el poeta nunca se industrializará, va en contra de su género, y que así siga por muchos años. 
            El guión es un oficio creativo, precursor de la expresión proletarización del trabajo intelectual, tan famosa en los años sesenta del siglo pasado. 
            No es como para estar orgulloso, ¿o sí? 
            El guionista sólo quiere trabajar, y todo lo demás medio se la trae floja. Es el primer postmoderno de la historia, cuya figura alcanzó su cénit en el Jolibú de los años cincuenta, vilmente amarrado a un vaso de güisqui. 
            Me atrevería a decir que Jean Paul Sartre es hijo de esa facha de guionista gris. Arthur Miller también. 
            Hasta en nuestros días, Paul Auster sería heredero directo de ese estilo literario (y estético) del escritor de imágenes, sea en formato novela o en formato guión.  
            La facha y la cuadrícula lo son todo, pero poco a poco se pierden con los años. ¿Pues qué se gana con los años?
            Ansío el día en el que los guionistas tengamos poco tiempo para escribir blogs y dar tanto nuestra opinión sin que nadie nos la pida. Hasta ese día, sigamos.
            Nunca he conocido gente tan festera y tan sana en la fiesta (sólo en la fiesta) como los guionistas. Y cuando digo sana me refiero al rollete que llevan encima, como las copas y las drogas, por supuesto. Nunca he conocido un guionista mala copa excepto yo, y en contadísimas ocasiones.
           Deberían abstenerse de repartir alcohol en el siquiátrico. 
           Y en las televisoras. Una conversación entre guionistas se puede reducir a dos palabras: trabajo y fiesta.
            En México me costó aprender que la verdadera base de una historia no es un bit de acción, sino un chisme, a poder ser bueno. La cultura del cotilleo, el bochinche o el chisme, debería ser destilada tres o cuatro veces y enseñada en las escuelas de cine. 
            Eso me recuerda que quiero escribir sobre el CCC, la escuela mexicana donde yo pasé dos años, pero todavía no sé por dónde empezar. Debutar en el guión mexicano sería un título bastante irónico. Estoy pensando en analizar la figura del alumno que entra a estudiar guión pero que se va antes de terminar el curso a trabajar y a enfrentarse con el mundo profesional. Curiosa manera de analizar una escuela, con almas que se lleva el Diablo. De momento conozco dos casos muy distintos de prófugos, veremos, quizás hasta nunca escriba sobre el CCC y sí sobre Satán y sus tentaciones.

            Acabo de leer las dos obras de teatro del único guionista-asesino que conozco: Cho Seung-hui, quien con 23 años se echó por delante a más de treinta personas en la matanza de Virginia Tech, hace poco más de tres años.

             Richard Mcbeef, es un potente escupitajo contra el poder que ejerce y la desidia que provoca un padrastro sobre su ahijado. Con tintes melodramáticos asistimos a la mentira y la provocación en un tono que bien pudiera haber sido sacado de guiones como el de Ichi the killer y películas del estilo.     

             Así como la primera obra es pura violencia oriental, la segunda obra, Mr. Brownstone, es el sueño de cualquier adolescente: ganarse en una máquina tragaperras cinco millones de dólares y en plena celebración del premio con tus cuates, darles matarile a tus profesores de universidad. 

             Órale, ¿pues qué tipo de adolescente era yo? Pese a que se ha juzgado la calidad literaria de las obras como baja, he de decir que para ser la obra de un principiante no acumula apenas errores de tal. A nivel de personajes y situaciones dramáticas, genera interés. Y aunque las escenas acaban por hacerse dulzonas y malolientes a medida que gira la pequeña trama por la que transcurre la historia, o mejor dicho, la anécdota, nunca llegan a aburrir. Son textos más violentos y sentimentales que muchos de los de Tarantino. ¿Sería una temeridad comparar a Cho Seung-hui con la talentosa suicida Sarah Kane? Claro que sí.

            Este fin de semana hice una paella para veinte mexicanos y mientras la hacía la iba correlacionando con aspectos del guión, o con las recetas del guión, o sencillamente recordaba la conexión que hay entre hacer un buen plato gastronómico y escribir una buena historia, receta mediante. El primer punto sería que cualquier receta es cien por ciento maleable. En el segundo, habría que distinguir las partes que cocidas de forma adecuada, producen emoción, y sobre todo, satisfacción. El calor, el fuego, la luz, los cambios de escenario y colores. 

            Las formas y las texturas en la pantalla redonda de una paellera, frente a los olores, aromas y sabores de una secuencia dramática. Los efectos especiales del humo, los cambios de temperatura. 

            La poética de una paella cinematográfica, -¿le echaste enteógenos mexicanos, señor cocinero-guionista, o qué?-, que insufla vida a lo gastronómico de cualquier guión. Si fuera actor, trabajaría de camarero-mesero, ¿siendo guionista he de conformarme con fregar los platos? Era un chiste. 

           Sólo espero que me queden los guiones como me quedan las paellas, en su punto. Y lo demás son palomitas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

DIRECTORIO DEL GUIONISTA RESPETADO
http://www.sindicatoguionistas.org/?lg=1&id=4&nid=19

Anónimo dijo...

es el estòmago del interminable, del que no se sacia...còmo se saciar si naciò para eso? para comer mucho mundo -y la mierda del mundo, claro-. Hay que tener estòmago para afrontar las indigestiones... Si, tripas, vìceras, cueros, jugos gàstricos en exceso, moderados o nulos; enhorabuena los estómagos que cocinan para que otros se alimenten, tambièn.

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