martes, 1 de febrero de 2011

Guión a seis manos


Hace un año escribí un guión de largometraje a seis manos y fue una de las experiencias con más peso en mi vida laboral. Junto a AFD y LEM compusimos una sinfonía de amor y muerte, tejimos un paño de sentimientos sobre el que llorar y además, nos la pasamos muy bien. Las 6 manos funcionaron porque había un líder.

          Aunque suene rimbombantelos guionistas no son la hoguera, pero sí la llama que la prende”. Y aunque podríamos cambiar la palabra guionistas por gástricos o irritables, los guionistas llevan el fuego adentro, que les quema y les consume.” Una cosa está clara, los guionistas tienen relación con las llamas, con el fuego primigenio, y con el infierno”. Y en mi caso valenciano, también con las fallas.  
           Gràcies aparte, las citas que menciono y cuya fuente prefiero mantener anónima, tienen en común el ímpetu, el ardor y la chispa de la creación, que si lo pensamos bien, provoca un miedo mayor que la chipa de la vida de coca-cola. Y profundizando más: las tres citas tienen en común, que bajo sus palabras esconden la famosa irritabilidad de los guionistas. Mal humor, mala hostia, soberbia y megalomanía. Aspectos todos en apariencia negativos pero ingredientes que almibaran, sazonan o enchilan las relaciones laborales. Acabando siempre por impregnar el resultado: el carácter del guionista es el aderezo de las palabras, imágenes y emociones de un guión. Y, claro, también ese mismo carácter puede ser sus fallos.

          Alguien debería declararlo enfermedad: Síndrome de Irritabilidad Guionística. Una disminución química provocada de tanto batir ideas en la cabeza hace que los escritores se vuelvan depresivos, o peor aún, irascibles. Es un cuadro que se acompaña con Los cuatro Evangelistas del Horror: hipersensibilidad, angustia, frustración y cólera. Pero éstos no son los únicos síntomas que encontramos, pues a los mismos se le agregan otros como: culpabilidad, insatisfacción, sarcasmo, baja autoestima, disfunción eréctil, tristeza. Conductas desafiantes o demandantes todas ellas, que provocan una disminución de la libido y reducen el rendimiento intelectual.  
         En el caso de que seas mujer guionista es peor, porque a todo lo anterior hay que añadirle –pese a sonar masculino, patán en el Méjico con Jota de Jodidos-: feminismo y síndrome premenstrual.

¿Qué tienen en común los siguientes mensajes enviados entre guionistas vía celular?
1.      Lo siento mucho, pero de verdad hacía años que no me encontraba tan mal del intestino. No sé si fueron los dos vasos de mezcla de menta y naranja. Mañana por la mañana vemos.
2.      Y lo que seguro me puso tan mal fue ser tan mamón esta mañana contigo. Espero me disculpes. Coño, qué culposo ando. Seguro es el dolor de vientre.
3.      Me acosté un rato pero sigo bastante mal. Mareado. Si quieren envíenme lo que tienen y le doy una vuelta. ¿Podemos conectarnos vía feis y trabajar? Así, sí.
4.      Envíame “desencuentros” de hoy, y mañana nos vemos para leer y reescribir sin tener que escribir nada nuevo. Eso sería lo ideal. ¿Me lo envías? Vas, que ya terminamos.
5.      Sí, lo dicho, una hora. Si no termino “desencuentros” es que me siento muy mal. Ale, que la pases bien.
6.      Llego en 30 minutos, fui al doctor. Me siento mejor aunque no del todo bien. Pero con ganas de que terminemos. Ahora nos vemos. Buenos días.
7.      No me voy emputado, pero no me gusta que alguien ajeno lea si quiera una frase de nuestro trabajo, que ni está terminado. Es muy poco serio. Buen fin de semana.           
8. Pues eso. Que aprenda tu prima a valorar, si no su trabajo ni el tuyo, sí el mío. No voy a estar días invirtiéndole a algo para que la amiga de la amiga de la pinche vecina, venga si quiera a dar su opinión cuando nadie se la ha pedido. Y antes de que eso suceda, me voy. Rico mezcal. Qué envidia. Que disfrutes y cojas mucho con tu novia. Viva México.
           Estos sms tienen en común que los escribió la misma persona y salieron del mismo teléfono: un guionista en su segunda semana de trabajo, junto con otros dos guionistas nuevos a los que no conocía, y en un proyecto nuevo. Es importante el dato de “segunda semana” porque ya se empiezan a conocer laboralmente hablando. Se han mostrado los dientes, las miserias y lo patético de lo humano para hacer comedia en triplete. A seis manos. Eso fue durante la primera semana, en la que no escribieron ni una línea.

          ¿Es el guionista un hacedor de palabras, un constructor de comicidad, un aparato de dar ideas, de dar diálogos, un enfermizo y continuo error-ensayo, una máquina a la que puedes forzar para que genere más y más?  Todos dirían que no, pero yo no estoy tan seguro.

          Si lo afirmo, mi pensamiento me lleva a la conclusión de que el guionista no tiene corazón ni sentimientos. O mejor dicho, los tiene pero fuera de sí, como la tela que corta y cose el modisto, o como la carne que destaza un carnicero. Pero dentro de él, al guionista apenas le quedan cartuchos sentimentales. Es humano por fuera, pero texto, caos y búsqueda de la perfección por dentro.

          Y si lo niego, si resulta que tiene corazón o exceso de él –el corazón es un órgano excesivo-, el guionista ya no es guionista, sino más bien es un actor. La hipocresía, lo actante, pasaría de ser la materia prima del oficio de escritor, a ser su propio yo, su traje físico-mental, mutable como la piel de un lagarto. Así es como veo y he sentido yo a los actores. Aunque suene pedante, no debo olvidar que mi primera formación artística fue la actoral, mas la vocación que me poseyó fue la divo-literaria.

          Pero me decanto por la primera posibilidad. Es más cercana a mi carácter y al de los que como a mí, su capacidad y su gusto por la escritura no los llevó hacia la literatura ni hacia el periodismo, sino que vino del teatro y se ancló en los guiones para cine y televisión. Lectospectadores (lector + espectador) acomplejados por el peso de la escritura literaria y liberados por la liviandad de la tele y el cine. Pero con el gusto y la cultura ramificados hacia ambos, y también hacia las artes que los complementan: cómic, teatro, poesía, circo, danza, música... Si se me pregunta, yo afirmo que tengo poco corazón y así lo siento, soy medio máquina, no soy tan humano como parezco. Me considero un hacedor de situaciones dramáticas que cuentan una historia, un discouraged maker frío como el éter, y a la vez caliente como el humo del copal. Y eso me lleva a cosas muy buenas para este oficio, pero nefastas para la vida y la sociedad que lo circunda. Y más en concreto, para mis relaciones personales.

Dos ejemplos de ello son:

  1. Cuando me atacan (o siento que me atacan) no me defiendo, sino contraataco. Como un león, como un leo ascendente a leo, como la carta de la fuerza del tarot, rujo, me lanzo al degüello. Esta capacidad nefasta para las relaciones de pareja, por ejemplo, es buena para escribir diálogos. Proporciona hasta el infinito réplicas, hijas del despecho, que pasan de un conflicto a otro provocando la gama más amplia de alegría, hilaridad o dolor, según el momento y quien dice-escruta-o-escucha dichas réplicas. Créanme, es una verdadera influencia diabólica para el amor, y don divino para la escritura.
  2. No me fío ni de mi padre. Y él está orgulloso de ello. Esto provoca la falta de seguridad en amigos, vecinos y pareja. Es una cómoda obsesión que esconde miedos, exalta los ánimos y te destina a la soledad, tan necesaria para escribir. Al final acabas por pensar como el loco, que son los demás los que hacen, dicen o piensan cosas raras, ¡como para no desconfiar! Pero la desconfianza es además una buena herramienta para generar tramas entre los personajes, y a uno lo mantiene siempre al quite con el productor a la hora de los pagos y el dinero. Guionista previsor vale por dos, guionista paranoico vale por todos.
          Lo contaré desde el principio y desde el punto de vista más profesional posible: un pequeño conflicto entre un guionista avanzado, uno medio y otro que comienza. El avanzado desconoce el nivel de los otros dos. El medio oscila entre la seriedad del avanzado y la falta de compromiso del novato, que lo que quiere es que no se le note que es novato y sobre todo, meter a huevo su idea o su punto de vista, arriesgándose al todo o nada, al triunfo y seduzco, o al me estampo contra la pared. Empiezan a trabajar juntos. El avanzado es un ególatra y además está en proceso de deshabituación de las drogas, pero tiene talento y lleva la batuta aunque no le gusta. Y los otros dos guionistas no sólo lo permiten sino que se aprovechan de ello. 
         Por suerte ninguno de los tres es un amarra navajas, si no en este punto del trabajo en el que todo es creatividad a ciegas, estarían perdidos. Así se van conociendo y pasan una semana sin dar mucho palo al agua, sólo platicando, cosa que es muy importante para este oficio, ser hablador.

         El primer día de la segunda semana, bien. Al segundo día surgen roces, el guionista avanzado se siente incómodo con lo que a su juicio son faltas profesionales del guionista principiante. Al que además, le ha dejado su pareja. Las faltas más importantes son: negar sin proponer, obcecarse en una única idea tonal, falta de concreción, susceptibilidad, problemas con la forma de tratar el sexo. Y otras faltas más leves como levantarse en exceso, sentirse de igual a igual o mostrar a gente ajena al grupo de trabajo, parte de la labor sin el consentimiento mutuo. 
         El guionista principiante se queda paralizado el tercer día, cuando el guionista avanzado le grita y le chantajea con abandonar el proyecto si no se llega a un acuerdo en el modo de llevar un tema: básicamente, o se hace lo que él quiere o se olvida la divergencia de puntos de vista hasta más adelante, cuando la serie posea más cuerpo y mayor fuerza. 
         Aquello que se escribía eran los primeros guiones de una nueva tira cómica para un canal de televisión abierta. Luego vino la culpa. El guionista avanzado sufre un terrible y destructor ataque de gastritis, y entre el hinche, explote y deshinche de la panza, el guionista avanzado la tarde del día de los gritos, la tercera tarde, se marchó urgentemente a casa a descansar, dormir y tomar subsilicato de bismuto extrafuerte contra el mal de panza.

        Al día siguiente, el cuarto día de la segunda semana de trabajo, hay una aparente tranquilidad. Confesiones con el segundo guionista, el de estado o nivel medio que saca partido de aquí y de allí, y en esta historia hasta trabaja y todo. Según el medio, el principiante tiene estos y otros problemas psicológicos. El avanzado piensa: “excusas”. Este cuarto día por la tarde, ya que le gusta tanto excusar en nombre ajeno, al guionista de grado medio le toca mediar con su gracia y desparpajo entre el guionista avanzado en descomposición y el guionista principiante en decadencia. Pero ¿cómo chingaos lo logra? No yendo a trabajar al día siguiente, el quinto día. Así se que quedan a solas los dos guionistas en conflicto.

        El primer mensaje vía celular decía: 
Buenos días! Quedamos a las 11, ¿verdad? Hoy, aunque venga la prima de A, sí que lo terminamos, ¿verdad?! :D Llevo brownie mágico que cociné ayer, espero les guste”. 
          Clásico tono del guionista buen rollero al que le gusta presionar, ¿verdad? Frente a los brownies de mota, recordar que el guionista avanzado estaba en proceso de limpieza y desintoxicación de drogas, y al descubrir que parte de su mal rollo con el alevín del grupo era debido al síndrome de abstinencia, decidió darse un pequeño homenaje de repostería canábica, volviendo por unos días al mood, al óptimo estado de ánimo

         Y el quinto día de la segunda semana, ya iba el guionista avanzado hacia su cita laboral cargado con su postre en un bote de cristal, cuando de pronto le cayó este mensaje al celular del bolsillo:  
 “Mi querido gachupín, un incidente me impide llegar hoy. Créeme que no fallaría si no fuera algo…realmente vergonzante. ¿Qué quieres hacer?”   
         Era el guionista de nivel medio. Sin más, llegó el avanzado descompuesto a trabajar con el nene del guión, cuando éste le da la computadora y le dice, “vamos escribe”. El mayor reacciona auto-controlado gracias a la droga que él puso en el pastel y que ahora se halla en su estómago, sacando toda la mierda que piensa sobre el guionista principiante, eso sí, con el mejor de los buenos rollos posibles. 
          Mientras el otro, sin escuchar si quiera, orea su pañal y ni corto ni perezoso saca también mierda que le lanza al avanzado, pese a que en el fondo lo admire, y esté ansioso por seguir sus consejos. Y en este mutuo sacar mierda, en mayor o menor medida, los guionistas hacen las paces y se ponen a trabajar, que ya tocaba, porque al séptimo día, ya no van a descansar sino a darle cual picapedreros. 
          ¿Cuál fue la razón por la que no fue a trabajar el guionista medio, y que a la vez fue el milagro necesario para la soledad y el aparente reajuste de fuerzas guionísticas entre el avanzado y el principiante? A ver si estos dos mensajes de celular nos aclaran algo: 

  1. No seas cabrón y vente a trabajar, ¡chimuelo! Que tu prima y yo ya hablamos de nuestras diferencias. Ponte un cubre bocas si no quieres enseñar la boca.
  2. Ojete. Ya casi terminamos tu prima y yo sin ti. ¡Y ni llegaste y ni contestaste al fon! Seguro estabas crudo, además de mellado. Quedamos mañana, ¡domingo! de 10 a 3 para terminar la historia que queda. No faltes cabrón.
         Al guionista de nivel medio se le habían desmontado los dientes palatales, -y digo desmontado porque ya eran postizos-, al invitar a su novia a cenar langosta de un modo romántico. Pobrecito, además acabó siendo el argumento de la última historia que escribieron a seis manos los tres guionistas, el avanzado, el medio y el principiante, ¿en cuánto tiempo? Unas horas. Pese a que el último día de trabajo, el guionista principiante hizo berrinche de nuevo por los mismos desencuentros con el avanzado, se largó y dejó con todo el marrón, o lo que es lo mismo, el topo que se va por el excusado, el pino que se planta, en resumen, la mierda, el guión, a los otros dos chiqueados guionistas.

          El último mensaje después de la reunión con el productor y con los otros guionistas de la tira cómica, decía así:
 “¡Buenas! ¿Cómo viste la reunión de ayer? Yo la vi en un 75% bien. P me dijo que ellos llevan 7 meses para lo que nosotros hicimos en una semana. A 6 manos. Nada mal.”

6 comentarios:

Itzel Enciso dijo...

El guionista como el fuego, como transformador de una realidad, aunque su modo inmediato de metamorfosis, sea a partir del guión y su ficción.
En realidad, no podría decir que tanto corazón tienen o si están deshumanizados, lo que es cierto, es que accionan y reaccionan a partir de las relaciones humanas, de lo cotidiano o extraordinario. Tengo la sospecha de que las historias que plantean, suelen ser realidades alternas, que si bien no son la solución a todos los conflictos, pasividad o apatía de las personas, son una propuesta o dan un instante de “esperanza”.
Supongo que no se puede cambiar al mundo, pero si la vida o un momento de ésta a partir de las desquiciantes propuestas que realizan, la necesidad vital por la que escribir. Y aunque sus vidas suelan ser conflictivas, caóticas o enloquecidas, qué sería de ustedes sin eso, su fuente de inspiración es el conflicto, las tensiones y distensiones, de otro modo la vida sería aburrida. Hasta para terminar un trabajo entre tres personas se ha atravesado la confrontación, que al final, hace posible que converjan tres posturas distintas en un mismo tiempo y espacio.
Al fin y al cabo, relaciones humanas.

Anónimo dijo...

¡Qué bonito sonó el comentario! Creo que se te olvidan muchas más cosas nefastas de la vida qiie usan los guionistas en su trabajo. No quiero dar ejemplos, cada uno que piense.

Itzel Enciso dijo...

(...) Pues la belleza no es nada sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos (...)

Las elegías del Duíno, Rainer Maria Rilke.

Anónimo dijo...

Conque brownies... Sabía que venías mal al cine, ¡por eso no te gustó El cisne negro! ¡Qué fuerza de voluntad ni qué nada! Al final vas a probar la necesidad de grupos de apoyo para alcohólicos, drogadictos y neuróticos... Por más absurdamente americanos y protestantes que te parezcas, vas a acabar dándole la razón a tu suegra...

El inquilino dijo...

Oh, Dios, mi suegra noooooo!

Víctor Manuel Espinoza dijo...

Lo que el guionista, por dentro, en su moralidad que nadie ve, puede parecer que desea ser y hacer todas las conductas humanas vividas en la sociedad, entonces lo vive en el guion. El guionista, como los practicantes del arte, son los únicos que tienen permiso del “Creador del Universo”, a crear y tomar vidas en sus manos de los seres animados o inanimados.

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