“También tengo una fantasía, o no sé si fantasía pero es algo que viene a mi mente de un modo recurrente: tengo un maestro muy bueno de guión, siempre dice las cosas más inteligentes pero vive solo en Praga, y me gustaría saber cómo le hace cuando está caliente o qué hace…
Tal vez, si tuviera la oportunidad…tendría sexo con él. Me gustaría. Es medio retorcido y enfermo de mi parte. Pero es cagado, en su clase siempre hablo porque me gusta que diga que estoy bien, me gusta cuando hace un comentario sobre algo que dije, y me gusta que le guste lo que yo digo.
Y después está hablando en clase y me imagino cómo es como amante. Es sutil a pequeños detalles en las pelis, que dicen mucho más sobre los personajes. Y me imagino cómo coge... Me gustaría imaginar que es brusco, como en sus comentarios.
Bueno ya. No me gusta que escribas sobre mí. Soy una tonta por contarte algo tan íntimo.”
Lo mejor de ser maestro de guión, o lo peor, deben ser tus alumnos. Yo soy el menos indicado para hablar de ello, pues NUNCA fui maestro. Tampoco di talleres, pero eso sí, un par charlas en un par de universidades (UNAM e IBERO) sí que me marqué.
La primera fue un desastre: asistí borracho, drogado y bajo el sol de las tres y media de la tarde y sin haber comido.
El sudor y los temblores se adueñaron de mí y no daba lengua con palabra. La boca la tenía seca pese a que me mordía la lengua para salivar. Y el profesor que me había invitado (y con el que también me había emborrachado y drogado en su coche camino de la universidad) estaba flipando en colores en su viaje, pero con una jeta de seguro en sí mismo que asustaba, e intimidaba.
Y para colmo, una de las alumnitas resultó boicoteadora y me acusaba de artista vendido a la televisión, cuando yo nunca pretendí ser artista en mi vida, y ni televisión veo desde los 18. Pero sí que es cierto que trabajo de vez en cuando en la tele, y más que a venderte vas a que te compren. Es raro, porque siento que soy un anuncio que se anuncia a anunciantes.
La segunda vez fue todo lo contrario: en una universidad de pago, con una profesora principiante, a las 8 de la mañana y yo más fresco que una rosa. Las dos horas se me pasaron volando, yo parecí interesante al ojo de las alumnas, y me quedé más satisfecho que después de haber comido un nutritivo desayuno mexicano.
A eso se reduce todo mi currículum como profesor. Un desastre, lo sé. Pero yo soy de los que opinan que uno debe enseñar cuando ha adquirido experiencia en la profesión. Precisamente las dificultades, tanto como el éxito que puedas dejar ver como cicatrices de tu oficio, son, creo yo, de lo que más van a aprender tus alumnos. De algún modo, un guionista-maestro debería ser como un marinero viejo y tatuado, que cuenta sus viajes por los siete mares de la imaginación y la locura. Pura utopía, como siempre. Hay que vivir, y lo demás sí son historias y guiones, dirían algunos.
Amigos que dan clases de guión tengo muchos. Cada uno con sus decenas de anécdotas escolares y librito de a bordo en el bolsillo del pantalón. Los hay que dicen que pueden enseñar a sus alumnos a escribir guiones en 20 días, y los hay que dicen que no hay nada que enseñar, que uno se enseña a sí mismo, que todo es práctica y autodidactismo. Todos están locos por igual: todos hablan del alumno en bloque, en masa abstracta con sus pequeñas diferencias año por año y generación tras generación.
Aunque recurren a ellos constantemente, se olvidan cómo eran ellos en sus años de estudiante, con nombre y apellidos, e imparten cátedra (modesta) desde sus pequeños púlpitos cinematográficos. Pero a la mayoría los quiero. Y es cierto, a veces son los alumnos los que se visten de alumnado y actúan en conjunto: sobre todo para echar a un profesor a la calle con patada del culo incluida.
Es increíble cómo nos ponemos trajes y etiquetas. Que si profesor, que si alumno. Será que vivir requiere de eso, de etiquetarse como jamón y permanecer colgado en la sección de fiambres del supermercado hasta que le parezcas mono a una señora doña ama de casa, y te compre. Por cierto, ¿ya se puede comer jamón en Domingo de Resurrección? (Si hubiera leído esto en alguno de los 15 años que pasé de vegetariano, hubiera pensando que me acabé vendiéndome a la televisión)
Resucitemos pues…
4 comentarios:
Si en algùn momento un profe, sea o no en una escuela, o sea o no un verdadero profe nos ensenara a entender porquè hacemos las cosas, nos podrìamos evitar las etiquetas, què tiene de malo ser uno mismo? seas lo que seas, escribas para tv, radio o para el cuento vaquero, es vital saber porque lo haces, y cuando lo sabes; escribes, caminas, amas, trabajas, te mueves con libertad y el maestro se ha ganado el tìtulo.
Muy acertado! :D
He de comentar por aquí, porque me parece una entrada que creo me incluye, y sin querer ser modesta, pues en realidad te refieres a una profesora principiante (me gusta) pues de verdad que era la clase de guionismo en la ibero impartida por mi, la que le gusta y sin embargo no ha tenido un guión producido por ninguna institución o algo parecido, a mis breves 24, casi 25 en ese entonces 23 hablaba de guión y hacía que crearán guiones, cayendo en el cliché de muchas cosas y en otra tantas rompiendo esquemas, de cualquier forma tienes razón a la hr de etiquetarse, y soy alumna al mismo tiempo que profesora, y también soy guionista, y realizadora, y vegetariana, y fui carnívora y soy escritora pero también me considero dibujante de palabras... gracias por compartir.te no sólo guionista, sino también Aarón...
Salúdame a ese tal Aarón que mencionas, seguro es chido. ;-) Y sí, todos somos muchas cosas a la vez, sobre todo, somos nosotros mismos y eso que queremos ser que ya lo somos. Gracias por leernos, Marisolecita!
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