Lo primero
que aprendí es que a la primera persona a la que debes complacer cuando
escribes es a ti mismo. Luego, conforme fui creciendo me di cuenta que en todo,
o sea, en todo-todo-todo, existe el germen de una idea. Sin embargo, hay muchas
ideas que necesitan de otras ideas para germinar y desarrollarse, a eso se le
conoce comúnmente como narración.
¿Muchas veces todo lo que uno
escribe es una porquería? Sí. De hecho, con el transcurrir de los años la pelea
es contra la suciedad de escritos: la papelera llena de papeles ayudaba a nuestros
antecesores a darse cuenta de ello; hoy en día, la autocorrección del Word nos
hace más vanidosos que escritores.
Ya de mayor, aprendí de otr*s
escritor*s (sobre todo de l*s buen*s), que hablar de mi trabajo podía llegar a
ser peligroso. Y no hablo de envidias o de plagios, hablo de que a la madre no
le gusta que hablen de su hijo, me refiero a que el que tiene un perro prefiere
que los demás se callen la opinión que poseen sobre su mascota, quiero decir que
el que ostenta un flamante auto, como se lo toquen se prende.
Muchos años de hallarme perdido en
la realidad que me circundaba, necesité para aprender que son los ojos el
órgano más importante para un escritor. En especial, los ojos de la imaginación.
Y que los recursos literarios y cinematográficos eran los mismos que me iban a
hacer valioso como guionista, si es que un día me convencía de poder serlo.
Tras el conocimiento de drogas,
alcoholes y estaciones emocionales en las que la noche y la lluvia me
acompañaban embriagándome de Poe y de lecturas, descubrí que la mejor amiga de cualquier
escritor, era su libreta. Por eso tuve y tengo varias, y espero jamás olvidar
todos sus gratos favores y así corresponderlas guardándolas para siempre,
salvándolas del fuego, el agua y el desperdicio.
Tuve que invertir años de estudios,
universidades, viajes y trabajos mal pagados que costeaban más libros, mucho
teatro y más cine, para poder afirmar lo siguiente: Lo que hace difícil
escribir sobre el arte de escribir, es la imposibilidad de establecer reglas… Aunque
se establezcan continuamente, acaban siendo un chiste olvidable para aquéllos
que conocen a libertad.
Y después de pasar momentos de
escalofríos ocultando lo poco que me fío de Aristóteles, puedo al fin ahora
salir de clóset gracias a la edad, y asegurar que hablar de presentación de
personajes es una tontería. Los personajes se traman, no se dejan de presentar
nunca, ni si quiera a final, ni si quiera cuando ya están en la mente del
lector y/o espectador, formando parte de su cultura o de su papelera mental de
reciclaje.
¿Cada fracaso enseña algo al
guionista? Sí. Para empezar enseña que uno no deja de fracasar en este oficio,
que de fracaso en fracaso vamos llenando un saco que contendrá nuestra riqueza
moral, nuestra fortaleza y nuestra vida.
Y que la relación entre venta y talento es como el negocio, una mera negación del ocio, y el ocio es algo primordial para el escritor; en ese punto
nadie se halla en desacuerdo.
Una de las mayores conclusiones a
las que he llegado es que para sobrevivir como guionista o eres optimista o te
inventas que eres optimista. O lo eres, o lo eres. Llorar en público es
imperdonable y las más de las veces, de mal gusto. La otra mayor conclusión
(más fría y devastadora) a la que algún día llegué o llegaré, es que lo mejor,
en cualquier caso, es no escribir nada hasta que ardas en deseos de contar. No
ocurre lo mismo con el sexo.
¿La materia prima del* escritor* son
sus propias emociones? Por su puesto. Y hay tantas y tan dispares como personas
en el mundo. ¿Es el peor enemigo del guionista
trabajador, el ruido? No sólo del guionista, sino del poeta, del novelista, del
bibliotecario, del editor, del actor, de cualquier persona que realice una labor
en la que la concentración sea la llave del parnaso creativo.
¿Es el mejor amigo del guionista la soledad cuando está escribiendo?
Esa pregunta ya está implícita en el párrafo anterior.
Tardé años, muchos, en admitir que l*s
guionistas tenemos un caparazón del que intentamos en vano y durante toda la
vida, desprendernos; que somos un poco gente con problemas, que para los demás
estamos medio chalados, que nos ven como egocéntricos a los que nadie soporta, y que
sólo está orgullosa de nosotr*s, nuestra santa madre.
Después de tres o cuatro personas a
las que puedo considerar maestros y cuya influencia fue decisiva para mi
oficio, he llegado a la conclusión que somos iguales y meritocráticos l*s
guionistas, siempre y cuando nos admiremos. O sea, prácticamente nunca. Eso no
significa que la lógica de la unión, provoque en nosotros la fuerza; la misma fuerza
y energía que posee un nido de ratas o un enjambre de arañas y cucarachas. Vamos
con ella, con la oscuridad.
Y para terminar, siento dar el peor aprendizaje de todos los
que haya podido tener hasta el momento: ¿Hay algún secreto para alcanzar el
éxito escribiendo? No.
Bienaventurado el guionista, que ama a su obra como a sí mismo.
2 comentarios:
Hace casi tres años que voy leyendo y siguiendo los cambios de este blog. Creo que son para bien. Ahora yo no sé ni cuántos seguidores tenga o visitas, pero puedo decir que han aumentado y supongo que es por esa dedicación de los que participan.
Y sí, sin ser guionista creo que aprendo de ellos, los guionistas. Quizá no en la escritura, pero lo llevo a la práctica en las cosas que hago (que en principio siempre inicia el viaje con la historia del guionista o dramaturgo). Me emociona leer este artículo, y mucho, está vivo. Sé que yo no seré guionista, vaya, eso lo dejo para quienes lo saben hacer o es su vida, sin embargo, casi tres años después de leer este blog, he de confesar que incluso a mí me motivó a escribir, no sólo mis diarios jaja, y eso lo agradezco infinitamente.
Gracias por el espacio, tanto para las personas que preferimos este tipo de artículos, como los otros que abren posibilidades y puertos para los guionistas.
Un abrazo, un lector de hace algún tipo...
Nos alegra mucho que te sigamos gustando. :)
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