"-Ah, ok, tu eres productor...
-Sí. (Enfatiza) Productor y guionista.
-Ahhh, ¿y tú? ¿La directora?
-No, guionista, (resignada) sólo la guionista...”
...Silencio.
Este año, seleccionaron para Incubadora GIFF, nuestro proyecto documental “La Costa Chica. Nunca más un México sin afromexicanos”, un documental cuyo objetivo es retratar y sumarse a la lucha por los derechos de los afromexicanos. (Sí, en México hay negritos, o afrodescendientes, como prefiere la Academia que los llamen). Y estuvimos ahí, en el 18 Festival Internacional de Cine de Guanajuato, para recibir las asesorías de la bien llamada industria cinematográfica. Mi primera vez en un Festival de cine, la primera vez también que este crew de aguerridos guionistas pitcheaban el proyecto frente a tanta gente, tantas veces...
Fue así que la madrugada del jueves 23 de julio, mi compañero, Aarón R. y yo, llegamos a Guanajuato, capital, después de 5 horas en autobús, 4:30 a.m. para ser exactos, con hostal reservado pero sin pase de ingreso aún, ya que decidimos ahorrarno$ una noche de hotel y llegar el mismo día que nuestras actividades empezaban, pero a las 10 de la mañana... Cinco horas y media libres que bien podíamos pasar en la estación de autobuses y dormirtar, o lanzarnos a la ciudad. La segunda opción apetecía más, después de ver aparecer en la terminal a un joven enfiestado y vestido de estudiantina. Era una señal.
Entonces un taxi, entonces los decimonónicos túneles subterráneos, de iluminación tenue y de postal perfecta para nunca olvidar Guanajuato. Postales y más postales de la “ciudad museo” durante la madrugada: vacía, tranquila, fresca, con algunos trasnocheros que terminaban la fiesta; con sus estrechos callejones, sus limpias y armoniosas plazuelas; sus árboles y las parvadas que anunciaron el amanecer. Todo, en su preciosismo natural, hasta que poco a poco, los locales fueron abriendo y los turistas apareciendo. Muchos turistas apareciendo.
Y es que Guanajuato posee un turismo considerable, cerca de 8 festivales culturales se realizan en la capital durante todo el año. Tan solo la derrama económica del GIFF en 2014, fue de 197.7 millones de pesos. Y aunque hay rumores que el festival va a la baja, no será por asistencia, ya que nosotros luchamos, de verdad que luchamos por algo de espacio entre tanto turista y colega.
Llegadas las 10 de la mañana y habiendo encontrado el lugar de las asesorías, ahí estábamos mi compañero y yo, en esa terraza fresilounge sin habernos bañado cuando tocaba, sin haber dormido lo debido pero con el estómago lleno por un buen desayuno y con buen sabor de boca por el buen recibimiento.
Sólo teníamos una incomodidad relevante: no sabíamos en realidad, no teníamos la más mínima idea de con quién habíamos pasar. Estábamos ahí, a punto de iniciar nuestras asesorías sin saber quiénes eran los profesionales que teníamos en frente y a quienes habríamos de pitchear nuestro proyecto. No porque no sólo no les reconociéramos las caras, sino porque ni siquiera sabíamos a qué se dedicaban, de dónde venían, cuál era la especialidad a la que nosotros íbamos a recurrir. Vamos, ni su nombre para saludar. Señalaré que dicha información debía ser proporcionada por el Festival, gestión que nunca se realizó y no sólo a nosotros.
Podría parecer exageración pero en realidad eso nos quitó mucho tiempo y le quitó a la dinámica de Incubadora, algo de “industria” para dejarlo en “qué buena onda que se sienta y me escucha hablarle sobre mi maravilloso proyecto”. Vamos, seamos sensatos y admitamos que estas actividades, más allá de la “buenaondez” de darte consejos, son también sondeos de los profesionales reconocidos por lo que los jóvenes y no tan jóvenes están (estamos) trabajando, o porque quizá se busca la oportunidad de algunas productoras para encontrar esa buena película que apadrinar desde muy temprano y antes que nadie.
En fin, improvisando, realizamos nuestro primer pitch como una charla muy coloquial de lo que estábamos haciendo en el documental. Ya después entendimos que había que ponerle más punch porque chicle y pega o porque no le interesó y me dio el avión; o porque le estoy dando demasiada información, ya perdí su atención, o porque eso sí le gustó y lo estoy haciendo bien.
Honestamente, la esperanza fue la que dominó nuestros acercamientos una y otra vez, aunque al final del día, termináramos con una especie de desgaste por estar vendiendo tus sueños, tu visión y tu oficio, así de rapidito. Y es que pitchear una tras otra vez es como muy... "Dios mío, me estoy encuerando otra vez. Y si le enseño chichi, o un poco de nalga y el hombrito leve, así como coqueto. Muy bien, ya cayó.”
Exagero, siempre exagero, pero recuerdo a Dov Simens cuando declaró en una visita a México durante 2011 que: “El cine es un negocio; todos los que participan: directores, escritores, fotógrafos e inversionistas, quieren tener ganancias. Noventa y cinco por ciento es negocio, y 5 por ciento, arte.”
Esa es su naturaleza, la misma que un festival de cine y la misma de hacer 10 pitching de unos 20 minutos cada uno para lograr sacar un consejo, alguna muestra de interés o la maravillosa frase de “Tengo un contacto que le puede interesar”.
Ya me lo había dicho Adrián Zurita en un taller de guión que le organizamos en El Inquilino Guionista, pero después de esta experiencia en el GIFF, creo que pitchear es más que importante para un guionista: es enfrentarse al rechazo fulminante, a la crítica voraz, al desinterés sin tapujos. Enfrentarse al reto de mantener la atención, afinidad y hasta generar emociones.
Es pasar la prueba de resistencia porque hay que reinventar las ganas de hacer y alimentar la propia visión. Si al final ya todo esto, aunque de distinta manera ya se hace en el guión.
Pitchear es la reiteración que los guionistas también tenemos la responsabilidad de entender y manejar un lenguaje de "venta", de estrategias, de producción, es el lenguaje de la industria a la que pertenecemos. Y si sabemos que los negocios del arte -de cualquier arte- también son negocios, también sabemos que la dignidad existe y es por algo, parte del arte.
Y como algunos guionistas señalan y como El Inquilino Guionista ha hecho bandera desde sus inicios: hay que reivindicar el oficio del guionista, porque -parafraseando a un revolucionario peruano-: “ El guionista que no defiende lo suyo, termina siendo inquilino en su propia película”.
Escrito por Talia G. V.
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