Temprano que tarde a tod*s nos pasa ser rechazados por alguien: un productor, un director, un lector. Con poco que rasques te das cuenta que este mundillo está plagado de desagracias de ajenos y propios, de fríos sobrevivientes e histriónicas almas en pena, producto en muchos casos de la cultura del uso y tiro al guionista cuando ya no me sirve para nada.
“Tú no vales, no mientas, tu guión es pura mierda, me busco a otro guionista y además me lo escribe más barato; no sé de dónde sacan que escribes bien, no tienes ni pizca de gracia, tío...wey.”
Menudo bajón.
Pero no nos engañemos, cualquier guionista que se precie es el primero en rechazar su propio trabajo, escribir, carajo, es difícil. Y cuando uno relee algunos guiones que escribió en el pasado grita ¡qué horrible pero ya apuntaba maneras!, encontrado algún pequeño acierto guionístico en un mar espeso y lodoso de fallos y errores garrafales anti dramáticos. ¿Ejemplo? Huir de las escenas importantes de una historia haciendo que los personajes las cuenten a toro pasado, no sé si me explique…
Como seguro habré dicho en más de una ocasión, uno invierte muchos años en conseguir que se le filme algo. Durante un periodo de tiempo que supongo personal a cada guionista (en mi caso fueron cuatro años), prácticamente se escribe para tirarlo todo a la basura, al menos un 90% del material trabajado; y es más que posible que ése sea el lugar donde merece estar.
Si tras el hecho de que sea el propio guionista el que ningunea su propio trabajo arrojándolo a la papelera no existe una amplia resistencia al rechazo por parte de éste, no sé que haya la verdad, porque no se me ocurre una mejor terapia de humildad que deba sufrir para lograr desarrollarse laboralmente. Dramatizo un poco, lo sé, porque es cierto que tras esas obras de teatro y guiones que uno deshecha durante años y que a nadie interesan, se esconden el oficio, el aprendizaje, el sudor, la imaginación y la mecanografía del guionista.
La vida está llena de rechazo y esto no es un manual de autoayuda para escritores del audiovisual. Así que hablemos de otro tipo de rechazo: los trabajos que rechazamos.
El primer trabajo que rechacé fue cuando hace muchos, muchos años, (vivía en Valencia todavía) un supuesto nuevo productor de unos…sesenta o más años de edad (antes ese señor se había dedicado al cultivo del camarón – sin albur-,) me ofreció escribir una serie erótica, o sea, una serie softporno para viernes en la noche.
Yo le pasé el contacto de la chamba a otro guionista que sí aceptó el trabajo y por lo que supe, el capítulo piloto se escribió y se grabó. El ex amante de los crustáceos vuelto productor entrado en canas, no pagó absolutamente a nadie (típico de muchos productores de mi tierra), ni siquiera pagó a los actores que habían enseñado las nalgas, los muslos, las glándulas mamareas…en una historia que tenía más de porno a la mediterránea con un toque de Jaimito, que el clásico vecino conoce vecina, cenan y acaban en la cama estadounidense.
Trabajos rechazados, sobre todo por desconfianza, creo que también hay muchos en la formación de un guionista.
Y de trabajos que rechazaste y no debiste (debí) rechazar, -qué pendejo-, porque ahí se vio qué tan ignorante puedes (puedo) llegar a ser:
Recién llegado a este país, cuando todavía era estudiante del CCC, un productor de Telemisa me ofreció escribir en un programa de comedia que apenas empezaba y que con el tiempo gozó de reconocimiento: La Parodia. Oferta que yo, lleno de prejuicios confirmados sobre la tele mexicana y desconocedor a tiempo completo del humor de este país, rechacé quedándome dormido en mi camita el primer día de trabajo.
Hace un año, y en otra historia televisiva bien distinta pero siempre en clave de comedia, conocí a LEC, guionista jefe de La Parodia y parte de la compañía del par de cómicos protagónicos. Las historias entre nosotros los guionistas a veces parecen estar cargadas de predestinación creativa. O es que poco a poco la criba va haciendo de las suyas y vamos quedando una mezcla de los buenos, los que tienen suerte, los que saben venderse y alguno de los que no.
A día de hoy no rechazo ningún trabajo, no me lo puedo permitir económica y éticamente. Y respecto a los guiones que escribo, parece que el rechazo por parte de los otros va desapareciendo; estoy seguro tiene que ver con que escucho mejor a los demás, me callo asiduamente y soy un poco menos mamón, porque se siente feo cuando en una teleserie respecto a un compañero guionista te dicen a modo de chisme y confesión:
“…a fulanito ya no lo llamo para la próxima temporada porque es un tipo problemático.”
Se siente feo porque esa excusa me la han aplicado tantas veces a mí...
Sin embargo, bajarse los pantalones ante productores que rechazan nuestro trabajo es algo que sólo hay que hacer por placer. Nunca hay que ser puta y encina pagar la cama…a menos que te guste mucho-mucho lo que haces, pero creo que ni así merece la pena: el dinero es necesario para vivir. Así que cuando creas que has de bajarte los pantalones ante un productor o situación incómoda, pregúntate seriamente, ¿me importa, me gusta, lo repudio…me largo de aquí?
Yo sí.
En conclusión y para terminar, creo que por H o por B, Rechazo, el es tercer apellido de much*s de nosotr*s. ¿Les pesa?
A mí no, y de corazón espero que a ustedes tampoco porque no hay escritura dramática sin rechazo…y hay much*s que añadirían:
“…tampoco sin exclusión y sin humillación.”
3 comentarios:
Me pasa...:s en el trabajo, en los amigos, en los proyectos, me pasa :Saludos Inquilino!
y me pesa, según el día.
A todos nos pasa y nos pesa, querida Lola, el rechazo está a la vuelta de la esquina, y la victoria también...y no me refiero a la chela!
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