domingo, 15 de septiembre de 2013

Desmitificaciones guionísticas

Que una página de guión vaya a durar un minuto de película es mentira.

El guión dura lo que quiera el director, los actores y el editor; son ellos los que marcan el tempo con la dirección, la interpretación y el tipo de corte.

Que las enseñanzas de cine enseñen a escribir guiones genera una duda justificada: enseñan teoría dramática, cultura general y cinematográfica. Ésa es la duda.

Si escribir es un aprendizaje y no un don, es un aprendizaje autodidacta. Y si es un don, se trata como minusvalía.

Que estudiar en una escuela de cine garantice que se filmen tus guiones es una idea loca.

Nunca nadie en lugar alguno en la vida de cualquier guionista, le va a garantizar que se le filme una sola línea.

Detrás de un guionista supersticioso, se esconde un guionista vicioso.

Aunque aseguren lo contrario, en un rodaje nadie quiere al guionista cerca, hasta el último mono gordo y sudoroso lo trata como un estorbo. Y lo peor: no es envidia, sólo odio.

Lo importante no es el qué se escribe, sino el cómo se escribe.

Si el alcohol o las drogas ayudaran a escribir, casi todos los guionistas tendríamos una inmensa colección de guiones no filmados, cada año.

Escribir y no pasarlo bien es como salir con los amigos para pelearse.

Decir que un guión no es una obra literaria es como decir que un político busca servir a sus votantes: una mentira aceptada.

Seguir un manual de guión y escribir en aspañol, es el camino más fácil para que tu historia no tenga ni pies ni cabeza, o sea, para frustrarse.

Si un guión no tiene mecanismos culturales ocultos que sólo entiendan los participantes de esa cultura, pierde el tiempo en querer ser película.

Que de un buen guión siempre salga una buena película es sencillamente otra idea loca.

Gracias a un mal guión, muchas películas ganan muchos premios en muchos festivales.

Cuando se dice “escribe de lo que conoces”, se refiere a las emociones, todo lo demás se puede aprender en Internet.

Escribir guiones que paga el Estado con ayudas y subvenciones, es la mejor manera de llegar a ser un cortesano, o lo que es peor: un títere del poder establecido.

Vivir de escribir guiones es igual de difícil que vivir para escribir guiones.

A la hora de escribir hay que diversificarse o aceptar la pobreza como voto religioso.

Uno no escribe ni para el público, ni para el actor, ni para el productor; uno escribe para sí mismo.

Una película nunca será tan buena como la cabeza que la escribió.

La mejor manera de no gustarse es releerse. Y la única de hacer buen trabajo.

Escribir un guión es destilar, destilar y destilar. Si se acumula se va por mal camino.

Debajo de todo cliché brota una idea original.

Un perro llorón y un guionista que no escribe tienen en común que son capaces morder sin avisar.

Ningún curso de guión te ofrecerá jamás prácticas laborales, de lo contrario sería el negocio del siglo.

Cada historia tiene su forma de llegar a ella, querer implementar el modelo de una a otra, es una vez más, una idea loca.

Lo más parecido a ser guionista es ser periodista, sólo que ellos olvidan con más rapidez.

El dinero ganado escribiendo un guión no es el dinero más sagrado del mundo, pero lo parece y cunde mucho más.

Cuando un guionista se sincera empieza su desmitificación, cuando lo hace un guión sucede justo lo contrario: el mito se construye.

Lo mejor que le puede pasar a un guión cuando se filma es desaparecer.

Leer guiones es el mejor ejercicio para un guionista y el menos practicado.

Un guionista sin soledad es como un soldado sin fusil. Uno se vuelve beligerante y el otro pacifista.

El tema de un guión es aquello que sabemos sin saber definir.

La mejor estructura no es la de tres actos, es siempre la de cinco actos.

Escribir excelentes diálogos está a la misma altura que escribir buena poesía, a la altura del betún.

Lo que más nos gusta de un guión es lo que cambia sin cambiar, y eso sólo lo poseen los personajes.

Uno no tiene ni idea de los personajes que ha escrito hasta que los ve en boca y cuerpo de los actores.

Hasta un mal actor interpretando un buen personaje nos aporta algo beneficioso para el alma.

Un guión sin alma, es una hamburguesa de McDonals.

Entre un guión de Cannes y uno guión de Jalibud, sólo cambia el tipo de persona que se duerme al leerlo.

La intención última de todo guionista, es lavar cerebros para uno u otro fin.

A un guionista en silencio lo temen todos, cuando habla, nadie.

Lo más importante de un guionista es su cabeza, qué desgracia que la humanidad no sea guionista. 

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