Hugh Hefner,
amo y señor de la revista Playboy, es sin duda un hombre al que podríamos tener
por insospechable en lo que a temas artísticos se refiere. Si miramos su
currículum en IMDB, encontraremos todos los videos que su marca le permite y
más. Sin embargo, también fue productor de cine de “autor”...
...“Macbeth” (1971) de
Roman Polanski y “Saint Jack” (1979) de Peter Bogdanovich fueron producidas por
él. Y también lo hizo con otros directores (menos conocidos hoy), durante los
70, y hasta produjo documentales sobre Rita Hayworth, Louise Brooks o Mary
Pickford.
Empiezo este artículo sobre los productores hablando de él,
no para establecer un modelo, sino para empezar por descartar una dicotomía que
me parece anacrónica entre producir un cine de arte y/o autor, y un cine de
entretenimiento. El cine, como actividad comercial, ha pasado de largo --desde
hace décadas y en la práctica-- esta discusión, y somos nosotros los “artistas”
(escritores y directores) y unos cuantos
críticos, quienes más la mantenemos presente. Pero el cine y los avatares de su producción son mucho más complejos de
lo que nosotros normalmente podemos abarcar.
No es lo mismo un productor mecenas que un productor que
quiere éxitos de taquilla, que un productor independiente que aspira a
recuperar su inversión para no quebrar y seguir produciendo, o que un productor
que gestiona ayudas. No es lo mismo producir en EEUU que en Europa. En México
que en Brasil o Argentina. Y tampoco es lo mismo producir cine en 1910, 1940,
1970 o desde los 80 hasta aquí. Esto es
porque producir cine tiene todo que ver --en un sentido estricto-- con el
manejo de dinero y con todas las formas posibles de manejarlo. Y la clave
para que el cine se mueva, como actividad comercial, está concentrada en quién puede juntar dinero (propio o
ajeno) y administrarlo con capacidad para que una película llegue al público y
que su recorrido sea, dentro de ciertos marcos, sustentable. Y esa figura son
los productores y su función varía y se recompone a lo largo de los años,
dependiendo de la época y del país donde trabaje.
Hay una cierta
expectativa de que el productor trabaje como una especie de visionario. Esto es, que confíe en la obra que
va a producir con la esperanza de que llegue a ser un éxito. La palabra éxito
es muy relativa. Puede significar un boom de taquilla o puede ser una película
que marque un debate artístico y social en un momento dado. Pero lo que nos importa de verdad, como
guionistas, y hasta para algunos directores, es de dónde sale el dinero y quién
lo tiene, porque de eso depende nuestro trabajo.
Esta distinción es muy importanteporque del rol del productor
en un proyecto dependerá si seremos contratados, asociados y hasta si seremos capaces de ser nosotros
mismos productores de nuestras historias. Ese dinero viene de lugares
concretos. Viene de ayudas estatales, de coproducciones internacionales que se
favorecen también de ayudas, vienen de la TV nacional o extranjera, y hasta
viene de productores capaces tanto de invertir sus patrimonios como de mover el
dinero de otra gente que quiere obtener algún tipo de rédito. Incluso con la
moderna forma del crowdfunding se renueva la idea del micro-emprendedor que
puede tener expectativas de retorno de su inversión o ninguna. Lo que está
claro es que un productor será la persona (o un grupo de personas) que sea
capaz de administrar el dinero que permita rodar una película, pagar a sus
intervinientes y distribuirla con el fin de que sea exhibida y que el público
pague una entrada para verla.
En cualquier caso el negocio de la distribución también es
mucho más complejo que esto y toma en cuenta los derechos de emisión televisiva
o de edición de DVD. También, y dependiendo del país, existen ayudas
específicas para la distribución. Esto no significa que todo el capital que
circula en relación con la producción audiovisual se otorgue en función de que
exista un retorno por parte de quienes reciben ayudas del estado. En muchos
casos se presupone que no hay un interés especulativo o comercial a la hora de
otorgarlo, pero la administración que se hace de ese capital tiene un todo que
ver con las leyes del mercado y pueden determinar que un productor o una
empresa productora puedan quebrar si no administran adecuadamente el dinero que
obtienen.
En países que no han desarrollado una industria del tipo que
existe en los EEUU, se depende en gran parte de formas de producción híbridas,
que pueden venir tanto de personas que invierten como de ayudas estatales.
Incluso muchos de estos productores se constituyen en tales porque se
benefician de montos muy importantes de ayudas otorgadas. Las formas mixtas de
producción (“privada” y estatal) son típicas de Europa y de los países
latinoamericanos. Estos últimos porque siguieron durante años un modelo apegado
al estado, y también porque han recostado gran parte de su producción en
coproducciones internacionales.
El panorama de las
producciones se puede ver reflejado, literalmente, en el comienzo de los
títulos de una película. Gracias a ella podemos saber que algunas películas de Brasil se
benefician de aportes que vienen de empresas estatales que no se dedican
específicamente al cine, o que algunas películas del Reino Unido reciben
financiación de la lotería, o que en España pesa el aporte de las televisiones,
o que en Francia los aportes de Canal+ son importantísimos y que casi todas las
películas latinoamericanas dependen en gran medida del programa Ibermedia.
También hay ayudas que llegan a través de Festivales de Cine o en formas de
premios. Quiero decir que la figura del productor, o del conglomerado de
sujetos que representan “el lado de la inversión”, son los que deciden por
acción u omisión qué película se puede hacer.
Hoy la
figura de un productor, independientemente del tipo de película que quiera
realizar, es la de una persona que tiene posibilidades y estrategias de acceso
a fondos diversos. Esa figura es compleja porque necesita estar en conexión con
los lugares donde el dinero se encuentra disponible y no es cualquier persona o
cualquier emprendedor quien puede conseguirla. Es una persona que se encuentra
insertada en el medio y que maneja criterios comerciales esenciales para poder
hacer que una producción audiovisual funcione.
No creo que exista, como tal, la idea previa de “tengo una idea muy buena para una
película” y que la
mera idea sea la que abra su camino a la realización. Alguien tiene que creer
que esa historia tiene un público y hasta tiene –como mínimo-- un posible
recorrido dentro de un circuito de festivales. Y casi diría hasta la
posibilidad de su recorrido en la venta pirata en las calles. El productor es
esa persona (o grupo o empresa) que puede gestionar la vida útil de una
película desde su concepción hasta su distribución.
Lo cierto es que también no hay un funcionamiento ideal y
teórico ni siquiera de este modelo de gestión. Normalmente los espacios donde
está el dinero son espacios de poder y en el mundo entero sucede de manera
similar. Muchísimas veces hay ayudas y flujos de capitales a disposición de
productores sin que tengan ni ideas ni guiones, y éstos saldrán a cazarlos con
tal de justificar la asignación de una ayuda. Otros usarán de la estructura de
la que ya disponen para financiar los proyectos en los que confíen más, propios
o de amigos, sin que un criterio “visionario” pese –necesariamente- en ello.
Esto no
quiere decir que sea imposible que proyectos originales y honestos no puedan
abrirse un camino en la industria audiovisual, pero sí que ya existe una
estructura y una red jerárquica más o menos estable de personas que acceden al
dinero para el cine y que con él pueden hacer y deshacer, muchas veces sin
tener que rendir cuentas. Y esto, dependiendo de las circunstancias, puede ser
tan positivo como negativo.
El origen de este debate está, y
siempre lo estuvo, en cómo encontrar soluciones y alternativas para que los
guionistas puedan tener un mayor control de su trabajo creativo. Y la solución, en parte, se
encuentra en la capacidad que tengan los propios guionistas de convertirse en
productores ejecutivos. Billy Wilder lo hizo. Y es un
modelo que siguieron también muchos directores para asegurarse el control
creativo: Alfred Hitchcock, Clint
Eastwood, Steven Spielberg, George Lucas, Roger Corman, Stanley Kubrick. Muchísimos,
en realidad. Y también hoy, hay quien sigue este modelo de manera más modesta. Pero
lo que está claro es que para el guionista es clave estar más informado y
manejar los mecanismos que le permitan lograr un control efectivo de su
material, y eso siempre sucede cuando se controla el dinero, o una parte
importante de él.
Un guionista contratado, puede ser un invitado de honor a una
producción, pero no decide si no posee acciones en ella. Y como guionistas tenemos que ser capaces de generar situaciones en las
que nuestra decisión importe. Si somos meramente contratados, nos guste o
no el resultado del trabajo de productores y directores, tendremos pocos
recursos para cambiarlo. Y eso pasará si somos productores --asociados o
ejecutivos-- de nuestros productos. Como productores, guionistas y/o directores
de proyectos propios podremos determinar los resultados, y tenemos que empezar
a ver dónde está el dinero, cómo se accede a él, y aún cuando lo consigamos,
tendremos que ver y aprender cómo gestionarlo.
Tendremos que aprender cómo se mueven y se insertan los productores en
la gestión del dinero actualmente y en el país en el que vivamos y ver qué
podríamos hacer para conseguir ser nosotros, también, gestores. Porque ser
productores ejecutivos no está reñido ni con nuestras preferencias narrativas
ni con el cine que queramos hacer. Simplemente es entender la manera en la que
podremos convertir en efectivo que nuestros puntos de vista se transformen en
decisiones. Y que lo que muchas veces tenemos que padecer como espectadores en el
trabajo de otros que gestionan nuestros textos, lo podamos resolver nosotros
mismos, como protagonistas.
2 comentarios:
Una pregunta: ha cursos para prender a ser productor? O es una carrera larga?
Sí, claro que hay. Hay talleres de producción y cursos de dos años en las escuelas de cine. Son un buen lugar para empezar. Aunque como todo, lo mejor es empezar en la práctica, ser autodidacta te da otras cosas que no se aprenden en las escuelas. Aunque pasar por una escuela es una gran experiencia para la vida.
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