Mientras “escaleteamos”, se puede jugar con todo un abanico de posibilidades para contar la historia y, de entre todas ellas, elegir una o mezclar varias para reforzar y conseguir lo que queremos.
Siempre he insistido en que un buen guion lleva su tiempo. Se piensa y se re-piensa. Se arma y se desarma. Se escribe y se reescribe. Construir una trama bien fundamentada, desarrollada y resuelta, requiere mucho enfoque y dedicación, aunque seguro hay (y seguirán surgiendo) numerosas historias de "generación espontánea", pero pocas trascienden. La mayoría de ellas son las que igual de rápido y fácil terminan en el olvido.
Para aumentar la posibilidad (que no “garantía”) de conseguir esa base sólida, conviene invertir tiempo y esfuerzo en el entramado de una ESCALETA, que no es otra cosa más que el esquema organizado de un bloque o serie de ideas. En esencia, aunque se liga más a la escritura de un guion, todos usamos el principio de escaleta para muchas de nuestras actividades diarias: desde contar una anécdota hasta reportar las actividades del día, exponer una clase en aula, dar instrucciones, redactar un artículo, en fin. Todo aquello que, para ejecutarse, requiera de un orden específico de datos.
Se afirma que la ESCALETA (Step Outline, en inglés) representa un punto clave en el armado de un guion porque en ella se contempla el total de información y referencias disponibles, combinadas con el ejercicio de búsqueda de orden y de tonos narrativos que marcarán el camino hacia el documento (guion) en forma. No importa de qué va lo que se va a contar; tampoco el género, ni si es para un corto, largo, telenovela, teleserie, programa unitario, libreto teatral, novela, cuento, o lo que sea. Toda historia requiere de orden, congruencia, consistencia, pertinencia y verosimilitud... y justo ahí está la utilidad de la ESCALETA: para dotar de eso a la trama.
Con este recurso, podemos no solo visualizar la estructura general, progresión, giros, entradas y salidas de personajes y la extensión de la historia sino que, además, tendremos la guía referencial para que, al momento de escribir y desarrollar el guion, disminuya el riesgo de que se nos queden personajes sin redondeo o diégesis, conflictos sin cerrar o datos sin completar. Esta herramienta es, sin duda, una de las más efectivas para explorar, analizar, decidir por una o combinar las distintas opciones de narrativa, hasta quedar convencidos de lo que queremos contar y cómo vamos contarlo.
Es importante que después de reunir la información requerida para sustentar nuestra trama, escribamos una línea “en bruto”, de principio a fin (idealmente, siguiendo un orden cronológico para que, así, tengamos claridad sobre la unidad de la historia. Ya después, si así lo decidimos, podremos jugar con las unidades de tiempo). Esa línea en paso-a-paso es la que da sentido al concepto “Step Outline” de los gringos: Una guía progresiva de la historia. Cada paso o punto clave podrá desglosarse en paquetes de acción (ideas generales) o en unidades dramáticas (escenas) con su respectiva consideración de espacio-tiempo y sin entrar en detalles.
Aquí resulta oportuno señalar que a la hora de redactar las ideas vinculadas a cada escena, podemos ser tan generales o tan específicos como el tipo de ESCALETA requiera. Si la ESCALETA es para uso exclusivo del guionista, entonces bastará con que cada momento, situación o escena, sea referido con unas cuantas palabras o hasta dos o tres frases que le recuerden el total de lo que ha contemplado y tiene ya en mente.
Necesitamos un mero detonador de memoria. Los detalles vendrán después.
Si se trata de una ESCALETA que será mostrada a otros para evaluación, toma de decisiones o aprobación de alguna variable relacionada con la producción, entonces se incluirán descripciones (breves) de entornos, personajes, acciones y, tal vez –sólo tal vez, preferentemente NO- algún bocado de parlamento (o las ideas que se moverán entre los personajes)
Con la revisión de la ESCALETA debe quedar clara la historia en global, con perfilado de la progresión dramática, los quiebres entre un acto y otro, los turning points y demás valores propios de la misma. Y ya que abrimos un apartado para subrayar lo anterior, sirva también para hacer un llamado de atención sobre aquellas peticiones (bastante frecuentes; cada vez más) de trabajar y entregar escaletas en vez de un guion terminado. Esto pasa por el interés del solicitante de pagar menos al guionista o para tener un cimiento sólido sobre el cual vaciar su estilo, regularmente desgraciando la idea y propuesta planteadas de origen... ¡Y el asunto quedará en un perder-perder!
Reflexionemos sobre el peso de la ESCALETA. Ésta es el resultado de muchas horas de proceso creativo, de análisis, de ejercicios de revisión, cambios, nuevos análisis y tomas de decisión sobre criterios de tratamiento y presentación (Storytelling). Prácticamente, con la escaleta se estarían entregando tres cuartas partes del avance del guion (un documento “en obra negra”, por decirlo así) por lo que querrán pagarla a un costo mucho menor que el del draft completo. Será importante negociar la entrega del tratamiento, con el monto de honorario correspondiente. Tanto tiempo y esfuerzo merecen reconocimiento en crédito pero, también, en lo material. No caigamos en el juego de “malbaratar el trabajo para generar currículum”. Muchos se aprovechan de eso.
Retomando el punto de la elaboración de una ESCALETA...
Ya que tenemos definidos y ordenados los pasos de nuestra trama, los escribimos en TARJETAS, que bien pueden ser digitales (las que ofrecen los distintos programas de construcción de guion y aplicaciones –Apps- para escritores) las tradicionales y rústicas tarjetas de cartulina o los pegotes –Post-It- a colores. A mi gusto y por experiencia, éstas últimas (tarjetas y pegotes) resultan más prácticas para manejar, ordenar y visualizar. Sin embargo, como es cosa personal, ya cada quién verá con qué se acomoda mejor.
Las tarjetas en cuestión (digitales o en físico) podrán o no estar numeradas. Algunos evitan numerar y esperan hasta que deciden un orden final. Otros numeran para ir registrando cada combinación (opciones de narrativa) vaciando en listas una tras otra (o fotografiando) hasta dar con la que más les satisface.
Al trabajar con las tarjetas, debemos tener presente que, al igual que la sinopsis y tal como será después en el guion, lo que escribamos en ellas irá en tercera persona, en tiempo presente y haciendo de lado cualquier dato innecesario, figuras literarias y diálogos elaborados. También es de importancia —y muy conveniente— no perder de vista nuestro logline ni los perfiles que hemos diseñado para los personajes ancla. De este modo, evitaremos salirnos de la historia, perder el rumbo y les protegeremos de caer en acciones, reacciones y expresiones erráticas, ajenas a ellos mismos.
Al tener listas las tarjetas, ya con el vaciado de situaciones o de escenas, podremos organizarlas en una pared, sobre una mesa amplia, una pizarra, un panel de corcho o hasta en el suelo, para, así, contemplar cómo se va proyectando nuestro guion. Será como estar frente a la radiografía del proyecto y en ella veremos qué está fuerte, qué está débil, qué sobra o dónde falta algo.
Si en el proceso surgen ideas que nos gustan pero de momento no sabemos dónde podrían encajar, igual será bueno escribirlas en tarjetas y dejarlas en un apartado de “recursos de apoyo” o “extras”. Llegado el momento, podremos evaluar su utilidad, aplicarlas si se da el caso o desecharlas, si no.
Hay quienes recurren al uso del color en las letras (ciertas palabras) y/o en el papel, para separar y diferenciar las escenas ya sea por tipo (Acción, románticas, tensión, presentación de personaje) o por el acto al que pertenecen. Según vaya uno adentrando en la práctica del trabajo de escaleta, se irán descubriendo los propios recursos de organización. El caso es sentirse cómodo y tener siempre las ideas bien claras, organizadas y manejables.
Por cierto, por mucho que queramos aprovechar y optimizar espacios en las tarjetas, se recomienda no usar ambos lados. De hacerlo, nos arriesgamos a que al momento de la transcripción confundamos, se nos pierda algo o se altere el orden que hemos tomado como “el bueno”. Finalmente, las tarjetas no son tan caras. Y en todo caso, si insistimos en sacarle partido al “otro lado”, las guardamos y ya servirán después para recados, notas, o lo que sea.
Con el uso de tarjetas podemos no solo organizar la trama por actos sino, también, destacar la presencia de personajes, marcar los lugares y tempos de cada situación y, como señalé antes, activar nuestra veta creativa al jugar con las distintas opciones de orden y/o con la secuencia temporal que mejor se acople a los objetivos respecto al enganche de la atención del público (cronológico, cronológico con flashbacks, invertido, etc.) hasta dar con lo que más cumpla con nuestras expectativas y necesidades. Con esta revisión en macro podemos caer en cuenta de si nos faltan escenas de apoyo, si nos sobran, si podemos combinar dos o más en una sola o, al revés, si una situación requiere mayor tratamiento y hasta evaluar el flujo de la historia, con la posibilidad de ajustarlo con solo cambiar el orden de las tarjetas, escribiendo nuevas o, en caso extremo, eliminando. Una vez que quedamos contentos con la secuencia que hemos armado, pasamos a la etapa de transcripción de la escaleta (como base de nuestro guion) y el desarrollo formal del mismo.
Se habla de un promedio de entre 50 y 60 tarjetas para sentar la ESCALETA de un largometraje, pero eso es tan relativo como aquello de “Una página equivale a un minuto en pantalla”. Lo que importa aquí es aclarar, organizar y pulir el plan para abordar la historia. Tarjetas más, tarjetas menos, el primer gran paso estará dado.
Escrito por Edui Tijerina
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