jueves, 4 de julio de 2019

El guionista, ese ser que cree saberlo todo

No recuerdo en qué lugar leí recientemente, supongo que por estas redes porque de haber sido en un libro de papel tendría anotado el párrafo, el autor y podría añadir el enlace—, que, para escribir un buen guion era imprescindible deshacerse de los adjetivos; que un guión excelente debía tener sólo sujetos y predicados, y cuanto más de lo segundo tanto mejor porque lo convertía en un artefacto infalible, más visible y por lo tanto más dinámico de cara al espectador —que es y será el motivo por el que se escriben estos documentos de trabajo, o estructuras de desarrollo audiovisual—.

A todo esto, cuando se aprenden las técnicas y herramientas guionísticas (secuencias, escenas, diálogos... sobre todo formatos, paginación, courier 12... y otros menesteres) también es una máxima, a la hora de describir al personaje hacerlo únicamente con su género (en la época que nos toca casi que se recomienda “feminizarlo”, pero ese es otro debate) y su edad, esta última entre paréntesis, bien señalada, por si la misma puede subir o bajar como los valores bursátiles, al antojo o exigencias, no del guión, pero si del reparto.

También existen profesores o enseñantes del buen guion, que más que recomendar casi amenazan con el suspenso, si, en el diálogo de tus personajes, abusas de acotaciones para indicar, señalar, ayudar... a la expresión o maneras de hablar, interjeccionar o respirar de los mismos en manos de sus interpretes. Es como si el guionista, ese ser que cree saberlo todo, intentara restar importancia al trabajo del actor, que es el personaje; o la tarea de dirección, que sabe hacia dónde y cómo va el personaje.

Así, uno que escriba guiones, sobre todo en sus comienzos, se limitará a... se delimitará a escribir como si los personajes fueran más muñecos de guiñol que personas, o cúmulos de píxeles en estos tiempos de videojuegos y realidades virtuales; pues, cuando lo hace vienen a su cabeza las referencias de lo aprendido y leído en los manuales, que también advierten el no usar la música exacta que suena en una escena, de no ser estrictamente necesario. Que en la radio —INTERIOR NOCHE—, el CHICO (30) escuche un programa o reggaeton, es más general y aconsejable que el describir el tema exacto, con autores, fecha de publicación y versión que se te pase por la cabeza, enemigo guionista que quieres saberlo todo, e interactuar con los hilos de la actuación y “epatar” a la dirección.

Tachado, suprimido, y por tanto desaparecido, de las últimas versiones del guion, toda referencia a vestimentas precisas que vistan y arropen a los personajes, no vaya a ser que el departamento de vestuario no la encuentre, se frustre, y el resultado sea un fracaso... Nada de usos y diferencias entre calzoncillos, slips, tangas o boxers... a no ser que los mismos sean el arma del crimen en el clímax; nada de tipo de calzados con color, textura, tamaño...; nada de complementos que embellezcan o marcas de automóviles, cigarrillos, bicicletas, comidas o materialidades varias, salvo que el guionista haya trabajado su relato y, en su mucho tiempo libre y por amor al arte, haya realizado tareas de producción y conseguido estos mismos materiales gratuitamente o a cambio de compensaciones monetarias.


Parece que sin quererlo la escritura del guion se está aproximando o a  ese esqueleto como siempre se le ha definido, cuyos alambres después se rellenarán del material que decida el equipo, pero más allá del conocimiento de los padres de la narración; o a la marca blanca del guion, más económica, más rápida, más dúctil, menos de hierro; o, tal vez, a que esta pieza de la escritura, que nunca fue literaria, pero tampoco fue simple acumulación de posits, se parezca cada vez más a una fórmula matemática, esa enemiga de la imaginación, del tipo: PACO (31) cae X la sección 4 de las escaleras. Practicidad, que no éxito seguro, ni calidad intrínseca, ni arte...

No sé tampoco dónde, ni si afortunadamente o no, pero a raíz del estreno de su última película, Quentin Tarantino ha declarado que (+ o -) cuando escribe no piensa mucho en lo que escribe, que luego sí, al reescribirlo, que en los guiones es casi todo lo escrito; así que sin querer emular a nadie, pero trasladándolo a este misterio del “escribir, sin contar” de los guiones, quizás nos acercamos al cuadro en blanco y la música hecha de silencios, quizás los textos guionísticos consigan alcanzar la energía suficiente para desprenderse de consejos y volar libres, a toda velocidad, seguro de nosotros mismos que pilotamos sin haber probado una gota de alcohol, o sí, pero cero/cero.

Escrito por JAVIER BÚRDALO

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