Pienso en esas películas y series que todos vemos y nos maravillan, esas que parecen haber sido creadas por unos pocos mortales con carteras más abultadas que mi lista de pendientes. ¿Vivir de escribir guiones? Oh, claro, eso es solo para los afortunados, como encontrar un unicornio en el metro en hora pico. Y mientras todos suspiramos por ese sueño, en los festivales de cine se comparte ese secreto a voces: el mundo del cine es un club exclusivo y todos los demás somos simplemente los que les aplauden desde afuera. ¡Pero claro, eso no detiene a nadie de soñar, verdad?
Entonces, el otro día, como el glotón de películas que soy, estaba analizando los créditos de una película indie que exploraba la vida en algún rincón olvidado de México. Y ahí estaban, esos nombres y apellidos de los cineastas que nunca quiebran y que tienen más amigos políticos que un narcotraficante, esa gente que te hace preguntarte si deberías cambiarte el tuyo a algo más "cinematográfico". ¡Pero claro, nadie puede negar que la verdadera estrella aquí es la cuenta bancaria del guionista! Sobre todo por miserable.
¿Pero saben qué es lo más divertido? Esa sensación de camaradería elitista que inunda el mundo del guionismo. Sí, somos como un club selecto de autoelogio donde todos llevamos nuestra propia chaqueta de "soy un escritor importante", y el código de vestimenta es parecer preocupado por el futuro de la humanidad mientras llevamos gafas de diseñador. Ah, sí, ¡qué emocionante es saber que somos parte de un círculo interno que hace girar la rueda de las historias! Y del privilegio.
Ahora, si piensas que esta es una batalla solo por, para y contra los valientes y privilegiados, estás muy equivocado. Resulta que nuestras propias experiencias y posición social tienen un impacto en las historias que contamos. Sí, amigos, es como una parranda en la que solo algunos pueden entrar y bailar toda la noche, mientras el resto se queda afuera preguntándose cuándo llegará su turno y esperando que la cultura oficial lo saque de pobre, cuando suele al contrario. Pero no se preocupen, seguro que el próximo tequila de la creatividad llegará pronto, que nadie desespere en la cantina del tedio, donde nunca cambia nada y donde el clasismo, el nepotismo y el racismo en quienes deciden cómo se reparte el dinero, es más evidente que en un set de rodaje de un comercial al uso.
Ah, pero no se vayan todavía, porque aquí viene el plato fuerte. Un estudio reciente reveló que desde la época de los pantalones acampanados, los setentas, el porcentaje de artistas que provienen de familias trabajadoras ha disminuido más rápido que la atención de un gato en una bola de estambre. Pasando de un 70% a un 7%. Vencieron ellos, los de los medios de producción. ¿No es emocionante ver cómo los números caen más rápido que la calificación de una serie cancelada?
Pero, tranquilos, que no todo está perdido en este circo del guionismo. Se supone que las valientes guionistas mujeres están liderando la revolución en México, transformando la industria como una telenovela de suspenso, pero hasta en los círculos más nobles anida el mal vestido de cordero. La lucha por la diversidad también ha arrojado luz sobre las discriminaciones interseccionales, eso es lo importante. Y no lo olvidemos: siempre podemos agregar otra pregunta a la mezcla, como ¿dónde están los guionistas de distintas clases sociales en este juego más allá de sus genitales?
¿Y cómo cambiamos este guion de desigualdad? Permítanme compartir con ustedes mi lista de diez elementos para preparar el cóctel perfecto de cambio:
Ingrediente 1: Asegurarnos de que todos tengan acceso al bar, o mejor dicho, a la educación.
Ingrediente 2: Gritar desde los tejados que la educación pública es lo de hoy, y que escribir guiones no requiere una membresía de un club exclusivo.
Ingrediente 3: Expandir los equipos de guionistas como si estuviéramos organizando una fiesta en una casa pequeña. ¡Más gente, más caos, más diversión!
Ingrediente 4: Pagar por las prácticas y el trabajo en las primeras etapas. Porque, señoras y señores, escribir sin cobrar es la última tendencia en masoquismo.
Ingrediente 5: Cambiar la forma en que seleccionamos proyectos. Subvenciones y residencias, ¿por qué no abrir la puerta a nuevas voces?
Ingrediente 6: Publicar ofertas de trabajo para todos, no solo para aquellos que conocen a alguien que conoce a alguien.
Ingrediente 7: Hablar de dinero como si fuera el último chisme del vecindario. Compartir salarios y condiciones laborales no es solo una conversación incómoda en la cena de Acción de Gracias.
Ingrediente 8: Cuestionar la idea de que solo los más talentosos tienen acceso al arte. Porque, sinceramente, todos sabemos que hay películas por ahí que hacen que te preguntes: "¿En serio a quién se le ocurrió esta idea?"
Ingrediente 9: Unirse como un grupo de superhéroes en asociaciones y comunidades. Sí, estamos aquí para defender a los novatos y poner fin a esta fiesta exclusiva.
Así que, si después de ver una película, comienzas a investigar la biografía del guionista para asegurarte de que aún tienes tiempo para triunfar, o si te sientes mal al darte cuenta de que el único artículo sobre ti en Wikipedia es de tu graduación de primaria, o si la última vez que negociaste tu salario no tenías a quién recurrir para comparar, ¡es hora de unirte a la revolución del guion! Cambia las cosas. Si tienes el lujo de haber codeado en festivales o haber asistido a las escuelas más exclusivas, úsalo para marcar la diferencia. Porque la diversidad, tanto en la pantalla como detrás de ella, está sacudiendo los cimientos de la escritura de guiones. Y la dimensión socioeconómica es la salsa picante en este festín de cambio. Así que prepárense, porque la democratización del arte nos llevará a un mundo lleno de historias auténticas y emocionantes que finalmente reflejarán a todos los soñadores de este país.
Y a quien le pique, que cancele. Total, ya es hasta vulgar hacerlo.
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