martes, 10 de septiembre de 2024

Mi experiencia y aprendizaje en las Writers' Rooms de varios países

A lo largo de los años, después de haber trabajado en tantas writers' rooms en diferentes países y proyectos televisivos, me doy cuenta de que cada una ha dejado una marca única en mi manera de ver la escritura y la colaboración creativa. Desde las salas más pequeñas e íntimas hasta las estructuras enormes y jerarquizadas, cada una de esas experiencias me ha mostrado los infinitos caminos que existen para llegar a un mismo destino: contar una historia.

En los proyectos latinoamericanos, por ejemplo, encontré una energía y espontaneidad que me ayudaron a entender la importancia de la flexibilidad. En México, las writers' rooms que formaron parte de proyectos con fuerte identidad cultural me enseñaron a abrazar el caos creativo, a confiar en el proceso y a entender que, a veces, la mejor idea llega cuando menos la esperas, en medio de una conversación casual o después de reírnos del estrés colectivo. En Argentina, me topé con una dinámica muy horizontal y colaborativa, donde la cercanía entre los guionistas permitía que todos tuvieran una voz poderosa en la construcción de la narrativa, y eso nutría la historia de una manera que no había experimentado en otras latitudes.

Trabajar en Estados Unidos fue un contraste. Ahí, la estructura y jerarquía dentro de una writers' room eran claras y necesarias. Los roles estaban bien definidos, y aunque al principio eso parecía limitar la creatividad, pronto entendí que esa organización permitía una eficiencia que era imprescindible en proyectos donde los plazos de entrega son implacables. En esas salas aprendí que el respeto a los procesos y las cadenas de mando también pueden ser una fuente de creatividad, ya que te obligan a ser más estratégico con las ideas y los aportes que haces.

Luego, está la experiencia de las salas virtuales, que me permitieron colaborar con guionistas de todos los rincones del mundo. Esas sesiones me abrieron los ojos a la riqueza que trae trabajar con personas que ven la vida, y por ende la narrativa, desde perspectivas tan distintas. Al principio, lidiar con las barreras tecnológicas y las diferencias horarias fue complicado, pero con el tiempo desarrollé un aprecio por la diversidad que se logra cuando cada guionista trae consigo su propio contexto cultural y personal. La globalización de las writers' rooms me enseñó que las historias pueden resonar a nivel internacional si se permite que esa pluralidad de voces enriquezca la trama.

Lo más revelador, sin embargo, ha sido el entender que, no importa en qué país estés o qué tipo de proyecto estés desarrollando, la writers' room es un ecosistema de colaboración, un espacio donde las ideas se transforman, mutan y se fortalecen gracias al intercambio constante de pensamientos y perspectivas. He visto cómo una pequeña semilla de idea crece y florece en la mente de otro guionista, para luego volver a mí completamente transformada y, en muchos casos, mejorada. Esa alquimia creativa es el corazón de cualquier writers' room.

Finalmente, si algo me ha enseñado esta travesía por las writers' rooms del mundo es que, más allá de las estructuras, de las reglas implícitas y de las personalidades que componen cada equipo, lo que realmente importa es la disposición a colaborar, a ceder el control cuando es necesario y a pelear por las ideas cuando vale la pena. La escritura colectiva no es fácil, pero es profundamente gratificante cuando se hace bien. He aprendido que las mejores historias no nacen de una sola mente, sino de la fusión de muchas. Esa es la verdadera magia de una writers' room: su capacidad para transformar la creatividad individual en algo mucho más grande, mucho más profundo, y mucho más poderoso.

Así que, mirando hacia atrás, mi experiencia en tantas writers' rooms me ha dejado no solo un vasto repertorio de proyectos terminados, sino una comprensión mucho más rica del acto de escribir. La escritura en solitario puede ser liberadora, pero la escritura colaborativa en una sala de guionistas es una aventura donde el viaje, con todos sus altibajos, es tan fascinante como el destino.

Anaís Herrera, guionista

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