Me metí a investigar con la idea de escribir algo crítico, tal vez un poco apocalíptico, sobre cómo nos iban a reemplazar las máquinas. Pero a medida que probaba herramientas, leía foros y hablaba con otros estudiantes y guionistas jóvenes, me di cuenta de que la historia era otra. O al menos, más complicada.
Este texto no es una denuncia ni una celebración. Es un mapa rápido —imperfecto y en construcción— del nuevo territorio donde se escribe el guion. Y sí, ya hay muchas IAs escribiéndolo todo.
Mi primer acercamiento fue con ChatGPT. Le escribí algo básico: "Dame ideas para una película sobre una abuela que viaja en el tiempo". Me respondió con cinco líneas argumentales, algunas obvias, otras sorprendentemente decentes. Le pedí que desarrollara una. Lo hizo. Después le pedí una estructura en tres actos. También.
No voy a mentir: sentí algo parecido a celos. Pero también un extraño alivio. No estaba solo frente al abismo de la página en blanco. Eso, para un estudiante como yo, vale mucho.
Más tarde descubrí que colegas más experimentados usan Claude, una IA menos conocida pero igual de capaz. Puedes cargar documentos como biblias de series o perfiles de personajes y pedirle que te genere variantes, que explore giros alternativos, que te dé sugerencias sin salirse del tono. Lo probé con un ejercicio de clase y la IA me dio tres finales posibles. Uno de ellos lo usé tal cual.
Luego me hablaron de Character.AI, una plataforma para crear personajes con IA y tener conversaciones con ellos. Suena ridículo, lo sé. Pero quise probarlo con un personaje de una historia que llevaba semanas sin entender: una niña de 11 años que había dejado de hablar después de un accidente.
La recreé en la IA y le pedí que me contara cómo se sentía. Me respondió con una mezcla de tristeza y furia que me dio escalofríos. No supe si reír o preocuparme. Pero ese día logré escribir una escena que llevaba semanas atascada.
StoryLab.ai, Plottr AI y Saga son otras herramientas que descubrí en el camino gracias a amigues, chat, Internet... No solo ayudan con ideas: ofrecen esquemas completos con ritmo, estructura de actos, momentos clave. Es como tener un tutor invisible que te dice por dónde podrías llevar tu historia.
Con Plottr incluso puedes visualizar líneas de tiempo, mover bloques narrativos, ver cómo se cruzan las tramas. Es todo lo que intentamos hacer con tarjetas en la pared, pero en digital y con sugerencias inteligentes.
¿Y si no sé cómo seguir una escena? Probé Sudowrite cuando me sentí bloqueado escribiendo una escena de tensión entre madre e hija. Escribí las primeras líneas y activé la función de "Continuar escena". El resultado no fue perfecto, pero sí sorprendente. Me dio ritmo, me sacó del bucle.
Más tarde, con DeepStory experimenté una escena completa. El sistema tiene una lógica narrativa muy clara. No improvisa: construye. Quizá por eso no siempre es original, pero sí coherente. Y cuando estás perdido, eso ayuda.
Cuando terminé el primer borrador de un corto que estoy escribiendo para clase, lo pasé por ScreenplayProof de WriterDuet. Me señaló errores que ni sabía que existían: repeticiones, problemas de formato, incongruencias mínimas. Fue como tener un corrector obsesivo al lado.
También probé LanguageTool Rewrite y GrammarlyGo Más pensadas para redacción general, pero aún así útiles para ajustar tono y claridad en sinopsis o tratamientos.
Y llegó el momento más incómodo: cuando las versiones de prueba de las distintas IA's juzgaron mi historia a través de plataformas como ScriptBook, Largo.ai y Cinelytic que analizan tu guion como si fueran ejecutivos: calculan su potencial comercial, su tono emocional, si encaja en un mercado, etc. Tengo que decir que me fue mal.
¿Y si la IA dice que tu historia no vale la pena? ¿Le creemos? ¿O nos rebelamos? No tengo respuesta todavía. ¿Entonces qué hacemos los guionistas frente a este aluvión de IA's?
Sigo creyendo que el trabajo de guionista implica algo que ninguna IA puede copiar del todo: sensibilidad, intuición, contradicción humana. Pero también creo que muchas tareas que antes llevaban días ahora pueden resolverse en minutos. Lo importante, creo, es no aferrarse ni ceder del todo.
Las IAs no son enemigas. Tampoco aliadas incondicionales. Son nuevas herramientas. Y como toda herramienta, depende de cómo la uses. O de si decides no usarla y seguir escribiendo a mano, como quien elige caminar en vez de subirse al tren.
En todo caso, ya no hay vuelta atrás. El futuro del guion se escribe —también— con código. Y la mejor manera de entenderlo no es temerle, sino explorarlo.
Este trabajo ya está listo. Lo entregaré el lunes. O quizás lo edite una vez más. Con ayuda de una IA, claro.
Cuando terminé el primer borrador de un corto que estoy escribiendo para clase, lo pasé por ScreenplayProof de WriterDuet. Me señaló errores que ni sabía que existían: repeticiones, problemas de formato, incongruencias mínimas. Fue como tener un corrector obsesivo al lado.
También probé LanguageTool Rewrite y GrammarlyGo Más pensadas para redacción general, pero aún así útiles para ajustar tono y claridad en sinopsis o tratamientos.
Y llegó el momento más incómodo: cuando las versiones de prueba de las distintas IA's juzgaron mi historia a través de plataformas como ScriptBook, Largo.ai y Cinelytic que analizan tu guion como si fueran ejecutivos: calculan su potencial comercial, su tono emocional, si encaja en un mercado, etc. Tengo que decir que me fue mal.
¿Y si la IA dice que tu historia no vale la pena? ¿Le creemos? ¿O nos rebelamos? No tengo respuesta todavía. ¿Entonces qué hacemos los guionistas frente a este aluvión de IA's?
Sigo creyendo que el trabajo de guionista implica algo que ninguna IA puede copiar del todo: sensibilidad, intuición, contradicción humana. Pero también creo que muchas tareas que antes llevaban días ahora pueden resolverse en minutos. Lo importante, creo, es no aferrarse ni ceder del todo.
Las IAs no son enemigas. Tampoco aliadas incondicionales. Son nuevas herramientas. Y como toda herramienta, depende de cómo la uses. O de si decides no usarla y seguir escribiendo a mano, como quien elige caminar en vez de subirse al tren.
En todo caso, ya no hay vuelta atrás. El futuro del guion se escribe —también— con código. Y la mejor manera de entenderlo no es temerle, sino explorarlo.
Este trabajo ya está listo. Lo entregaré el lunes. O quizás lo edite una vez más. Con ayuda de una IA, claro.
Añadido realista:
Cuando terminé este artículo, me puse a hacer cuentas. Si tuviera que pagar todas estas herramientas, una por una, sin becas de estudiante en la escuela de cine ni versiones gratuitas, el gasto sería considerable:
- ChatGPT Plus: $20 USD al mes
- Claude (plan Pro): $20 USD al mes
- Sudowrite: desde $10 hasta $29 USD al mes
- DeepStory: $12 USD al mes
- Plottr: $139 USD por licencia de por vida o $39 anuales
- Saga: desde $10 USD mensuales
- WriterDuet Pro: $11.99 USD al mes
- GrammarlyGO y LanguageTool Premium: entre $10 y $20 USD al mes cada uno
- Cinelytic, ScriptBook o Largo.ai: tarifas empresariales, inaccesibles para estudiantes
Solo usando cinco o seis de ellas, el gasto mensual ya pasa los $70 USD. Para un estudiante (y para muchos guionistas también), eso es inviable.
Así que la conclusión, aunque no suene tan moderna, es esta: tu cabeza sigue siendo la herramienta más barata y más potente. Las IAs te pueden ayudar, sí. Pero ninguna va a escribir por ti esa escena donde sabes que algo se rompe adentro. Ninguna va a sentir lo que tú sientes cuando entiendes, por fin, quién es tu personaje.
Y eso —por ahora— no lo cobra nadie.
Por Iván Castillo, estudiante de guion
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