Me recuerdo
a mí misma en el I Encuentro Iberoamericano de Escritores Cinematográficos. Yo
tenía dos años de haber salido del curso de guión del CCC y mi carrera de
guionista aún estaba en ciernes, al menos ésa era mi percepción de entonces; percepción
que no ha cambiado mucho, porque cuanto más escribo más crece la sensación de
que mi carrera apenas está por comenzar.
En ese entonces mi proyecto principal era un
largometraje documental y el productor trataba de ver la manera de rebajar e
incluso eliminar del presupuesto el pago del guión y sólo pagarme como
directora. En la semana del Encuentro, en mi distracción, lo hizo y por mi
falta de experiencia (¿o de agallas?) no pude hacer más que generar mi primera
raya de amargura profesional.
A pesar de ese trago amargo, durante el
Encuentro de hace dos años obtuve otras retribuciones que me han servido hasta
ahora. Además de las interesantes y sustanciosas conferencias --donde pude
darme cuenta que los conflictos creativos son más homogéneos y comunes entre
los guionistas de lo que yo pensaba--, fueron las pláticas de pasillo las que
más me nutrieron.
Ahí pude darme cuenta por primera vez en mi
tierna vida de escritora cinematográfica que para poder salir adelante en esta
carrera no basta con tener buenas ideas, saber escribir bonito, tener Final Draft y no tener faltas de ortografía. Aunque para
el lector idealista, intelectual y soñador suene ilógico, esas virtudes sólo
son requisitos elementales, pero no determinan ni aseguran el éxito.
Recuerdo que el primer día del encuentro me
senté, sin querer, junto a mi ex maestro del CCC y gran guionista, Jano Mendoza. Él acababa de ganar un
importante premio internacional y yo quería que me develara el hilo negro de
esa idea abstracta llamada éxito, así que entre conferencia y conferencia yo
trataba de hacer migas con él. En una de esas pláticas de pasillo me dio uno de
los dos mejores consejos que me ha dado un maestro/colega. Me dijo que…
“…Todo guionista debe tener a dos pilares fundamentales de su lado: a su terapeuta y a su agente.”
Yo me reí
por aquello del terapeuta, sonaba demasiado Woody Allen (¿y quién en su sano
juicio toma en serio a Woody Allen?), pero Jano lo decía en serio… muy en
serio. Lo del agente me parecía irreal (aún me lo parece, lamentablemente)
El primer Encuentro terminó y yo me
consideraba más guionista que nunca. Había encontrado a mi gremio y me sentía
comprendida, acogida por el quejoso fatalismo que nos caracteriza. Ese año, a
pesar de la estafa del productor del documental, aún tenía Fe en que con buenas
ideas y escribiendo bonito me iba a ir de puta madre en esto… Pobre e ingenua
escritora.
El tiempo pasó y mis rayas de amargura se
fueron acumulando poco a poco. Trabajo gratis, contratos injustos, tratos indignos, pocos frutos económicos,
etc., eran algunos de los motivos culpables de mi desazón. ¿Qué estaba pasando?
me preguntaba… ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Es normal que escatimen en pagar un
guión? ¿Será mi mala suerte por no haber nacido en Los Ángeles?
Mientras resolvía mis dudas comencé a
trabajar de AD o de PA en comerciales y cortos, porque por esas actividades al
menos me pagaban un poco más que de GA (o sea, guionista amargada).
Un día en plena desesperación recordé el
consejo de Jano y a la semana siguiente fui a terapia. En las sesiones
despotriqué contra mi infortunio geográfico y de no poder vivir de lo que más
me apasiona, de lo frustrante que era pertenecer al rango más bajo en la
pirámide cinematográfica y lo cruel que resultaba la vida en general… o sea, el
melodrama completito.
Como debe suponerse, el problema no era de
suerte ni de las circunstancias. El problema decía Dr. Freud, estaba en
mí, porque antes del Encuentro, antes
del consejo de Jano y antes de terapia, yo no era una escritora. No por falta
de talento, sino por falta de autodeterminación. Como dicen por ahí…
“…No me la creía”.
El primer paso para ser escritor* es saberse
escritor*; el segundo, mandarse hacer tarjetas de presentación para repartirlas
y por último lo más importante: no dejar que la mente y los dedos se anquilosen
por falta de disciplina, es decir, ponerse a escribir a pesar de las
circunstancias.
Al arrancar el II Encuentro Iberoamericano de
Escritores Cinematográficos parece ser que el panorama sigue siendo muy
parecido al de hace dos años, las preguntas siguen siendo las mismas, las inquietudes de los
nuevos guionistas no han cambiado mucho y las respuestas de los veteranos
siguen sin responder a una situación concreta y realista.
Después de los discursos oficiales (IMCINE,
UNAM y El Garfio), la escritora uruguaya Laura Santullo leyó un texto caluroso acorde
a una escritora apasionada con su trabajo, donde además de complacer a los
oídos de un auditorio ansioso por escuchar un discurso no oficial y formal puso
sobre la mesa las preguntas que nos cuestionamos todos los guionistas y que yo
resumiría en una sola cuestión:
¿Cómo lograr que el guión tenga el reconocimiento que se merece?
La primera
conferencia magistral estuvo a cargo del dramaturgo Hugo Hiriart quien abusó de
su reputación como gran narrador para darse el lujo de divagar por casi una
hora sobre una serie ideas que lanzó como esporas sin tener un tema claro ni
estructurado. Lujos de la reputación.
Entre lo que se puede rescatar de su
magistral divagación es la invitación que le hizo a los presentes de tener una
voz auténtica, tener una escritura que refleje
los propios intereses.
“Nadie sabe nada de nada, ni siquiera de uno mismo. La tarea del guionista es contar la vida y ésta es inagotable”.
Vio su reloj
y se fue sin contestar coherentemente las preguntas del público. Bravo.
La segunda mesa estuvo presidida por Armando
Casas, director del CUEC; Gustavo Michelena de Venezuela, Carlos Henao de
Colombia. Gustavo Michelena me recordó la gran capacidad que tenemos los
escritores de cine para reírnos de nuestra propia desventura. Con una sonrisa
resignada dijo que los guionistas no somos considerados literatos por los
literatos ni tampoco cineastas por los cineastas, por lo que vivimos en un
limbo.
“Y como Benedicto XVI declaró inexistente el limbo, quiere decir que efectivamente no existimos”.
De la risa a
la depresión, podría
haberse titulado el panel, porque esa inexistencia ha existido por décadas y
parece que no perecerá en un buen tiempo.
La última mesa titulada El marco jurídico, económico, político y cultural del oficio del escritor cinem…etc etc. A
pesar de ser un tema relevante, las largas intervenciones durmieron a algunos
asistentes; sin embargo, Víctor Ugalde, siempre coherente y combativo, resumió
que cada día se están creando leyes más incluyentes para…
“…Vivir bien del fruto de nuestras obras. A veces se gana en la lucha, y a veces se pierde”.
Esto para
terminar de deprimir a los guionistas presentes, ya que no hay nada más lejos
de la realidad que pensar en que un sindicato o el conocer nuestros derechos
son la panacea de nuestros problemas. Nosotros los nuevos, los jóvenes, los que
todavía no vivimos completamente de nuestras obras el panorama que se vislumbra
muy distinto.
Y vuelvo a la pregunta de Santullo ¿Cómo
lograr que el guión tenga el reconocimiento que se merece? ¿Con la autenticidad
de la que hablaba Hiriart? ¿Saliendo del limbo y entrar al infierno de la lucha
por ese reconocimiento? ¿Exigir contratos y pagos justo? ¿Con la lucha y unión
del gremio?
En el primer
día de actividades del Encuentro resultó un tanto repetitivo. Hiriart, antes de
salir corriendo del Centro Cultural Tlatelolco, dijo que lo único que aburre es la repetición. Hace dos años en ese mismo
escenario, con casi las mismas personas se habló de los mismos temas y se
plantearon las mismas conclusiones. Igual que hace dos años, lo verdaderamente
significativo del Encuentro son las pláticas de pasillo con los colegas,
quienes plantean problemas más aterrizados en experiencias realistas, menos
alejadas de la realidad de los escritores “en ciernes”.
Nuestra
corresponsal inquilina responde al nombre de La Maga, (@lamagaoculta) y es la autora de éste y otros
artículos que vendrán los próximos días, ¡no se los pierdan!
2 comentarios:
Sólo por mera cultura general, Armando Casas ya no es director del CUEC. Actualmente, es Felipe Coria. Buen artículo!!
¡Gracias por la corrección! Saludos y gracias por leernos!
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