Escrito por
Juan A.
Si creo en la inspiración, la creo proveniente de lo
otro, ese otro en otra persona, ese otro en imagen, idea, sentimiento… Ese otro
en forma de ajeno y que me deja paralizada al develarse por mero guiño que sea,
frente a mí.
Así es una… Pero en los
lares que aquí competen, me refiero a lo que yo no he escrito, a lo que a mí no
se me ha ocurrido, lo que no soy yo y sin embargo de alguna manera me alimenta.
Tampoco creo en las musas, pero si quiero imaginar que hay un numen para mí, se
llama COLECTIVO.
Le pongo
aspecto y aunque no crea en ella la veo como una muchachona de curvas exageradas, con ojos de vaca loca. La
dejo transitoria porque me gusta la idea de toparla saturada de lo que acá
abajo hay: obesa, cínica, dispersa y de matices más bien burdos. Me gusta
aunque me coloque en alguna rama del mal gusto, pero tampoco me importa mucho.
Tomo
el lugar que me acomoda más y por fin escribo para El Inquilino Guionista --esto
después de apalabrarme frente a todos mis compañeros del Taller de Guión, que
él mismo impartió hace un par de meses--. Pues bien, invito a mi exuberante
amiga la Musa a que se pose cerca de mí para contarles cómo fue el taller de
guión, y explicar un poco más cómo la percibo a “ella”.
No es la
primera vez que la veo aparecerse a los mal llamados aspirantes a guionistas;
para una musa de las de acá abajo, un taller es precisamente lugar común… Y
aunque es taller de guión, no deja de ser de taller.
Mi primer
encuentro con la dinámica tallerista fue por los rumbos de Coyoacán, en Cinefilias, con la
gran Beatriz Novaro. Sábados por la mañana, 24 horas en total, 9 compañeros
cuyas edades oscilaban entre los 21 y los 56 años. Allí encontré historias
interesantes y algunas muy complejas, y alguna otra que nunca vi cuajar. Cerca
de la mitad de mis compañeros ya pasaban del tercer curso con Beatriz; si bien, algunos guiones requerían mucho
trabajo, a mí no me hacía mucha ilusión pasar tanto tiempo escribiendo un
primer tratamiento del cortometraje en el que estaba. Temía quedarme atorada en
mi primer acercamiento formativo al guión.
Fue así que
mi cuantiosa Musa se me presentó y fijamente me dijo:
“Si
no haces entregas cada sesión, nuestra relación, chiquita, no tiene caso”.
Y no le hice caso, aunque a base de desvelos las dos últimas sesiones logré
terminar con La mal cogida, el cortometraje
que estaba escribiendo, y por el que también terminé muy agradecida con
Beatriz. Pero la experiencia me supo muy breve, y orientada por la
curiosidad y la culpa al no hacerle caso a la Musa de los talleres, sin saber
lo que sería de mí, ingresé a otro, es más, yo misma lo organicé.
Le pedí a
tan famoso personaje que aquí nos
reúne, El Inquilino Guionista __del que soy fan desde que inició su blog hace
casi 3 años__ que diera un taller a la comunidad del sur-sur de la Ciudad de
México, donde da vuelta el aire y donde los
escritores están escondidos bajo las faldas de las monjas del Centro de
Tlalpan.
Aceptó,
porque él y la Muchachona de los talleres ya se habían frecuentado en Puebla. Así que en lo que había que ocuparse era en conseguir un lugar digno
para dicho encuentro. Entonces recordé una casona de 1900, testigo de dramas
históricos como el idilio del legendario Peter Pan mexicano, “Chucho El Roto”, con la millonaria Matilde de Frissac (una muy
romántica historia lógicamente de final trágico), que me pareció el espacio
ideal.
Dicha
mansión también fue uno de los escenarios de Los
olvidados, de Luis Buñuel, y de algunas telenovelas de Telerrisa. Sin
embargo, pasado los años fue abandonada y deteriorada y así fue como la conocí:
“La casa de Jumanji” le decíamos mis hermanas y yo, con todo y selva incluida. Finalmente fue rescatada y concedida a la
sección cultural del gobierno Tlalpense; manteniendo, desafortunadamente, la
tradición del recelo social, sólo que ahora en lugar de millonarios son señoras
burócratas quienes la regentan y no tienen muy a bien compartir lo que tampoco
es suyo…
En fin, una
vez asegurado el espacio y aprobado por el Inquilino, se convocó a la comunidad
interesada en el guión. Se colgaron sin mucho éxito algunos carteles por los
postes cercanos al Histórico Centro de Tlalpan, aunque lo cierto es que la
verdadera difusión se realizó a través del impero Zuckerberiano, nuestro
querido Facefuck, y también en Twiter.
Sabíamos
que la ubicación geográfica no nos ayudaba porque en la Ciudad de México casi
todo el quehacer cultural está centralizado en una sola Delegación, la
Cuahutémoc, y moverse al sur,
significaba una labor de convencimiento que requiere años y programas
culturales ajenos a este taller. Si bien hubo muchos interesados, pocos fueron
los animosos que se decidieron. Y en lo que todo esto pasaba, el Inquilino ni
tardo ni perezoso, ocurriósele brillantemente, convocar un concurso a la
mejor LOGLINE para dar un pase gratis.
Se invitó a
un jurado compuesto por 5 guionistas, colaboradores cercanos al blog para
deliberar un ganador; los integrantes del jurado fueron los guionistas: Juan Sebastián Muñoz Sánchez,
Andrés Castro, Martín Román, Aarón Romera y un anónimo.
Tuvimos cerca de 25 participantes, de los cuales 4 fueron competidos finalistas;
se tuvieron también discusiones cerca de 3 días para desentrañar las líneas y
seleccionar al ganador. Entre la polémica se evidenció con mucho gusto la
calidad de las loglines y el interés de la comunidad guionística. La mejor solución
fue seleccionar, además de un ganador, otros
dos finalistas (con sus loglines) y otorgar una beca del 60% a cada uno. Curiosamente el
ganador nunca llegó al taller pero los finalistas sí.
Llegada la
hora, el estrés de la gestión con la burocracia y mi absurdo nerviosismo al participar
como asistente al taller, se volvieron nada en cuanto El Inquilino dio la
bienvenida y cerramos la puerta de ese coqueto salón con terraza incluida.
Quizá fue la luz de cada tarde, la ventilación adecuada, la atmósfera de la
casona, la música de danzón que puntualmente venía desde el parque, los
árboles, el café, los cigarros, las botanas o la Musa-musaraña que se portó tan
amable entre nosotros, no lo sé, pero en cada sesión del taller tuve satisfacción
por continuar escribiendo y por estar ahí.
Seis sesiones,
24 horas, 6 participantes (más algún invitado especial) y 6 distintas historias
que cada semana escuchaba, imaginaba y veía avanzar. Y aunque muy emocionada,
apenas me dio tiempo de terminar el argumento de mi nueva historia. El tiempo
se me fue en leer, investigar y soñar, ¿qué pasó aquí? La historia que estoy escribiendo
me gusta pero me hubiera gustado avanzar más.
En este
momento veo claramente a la Musa del taller decirme con ojos de vaca loca :
“La
escritura, chiquita, es apasionante”.
“La escritura es apasionante, pero la pasión no hace
al escritor, es como el amor…”, le contesto sin saber
bien lo que digo. A lo que ella me responde sarcástica:
“Lo
que hace al escritor son las buenas historias”.
“¿Y eso a qué viene? ¿Qué es una buena historia? ¿Cuáles
son las buenas historias? ¡Musa jodona!”. No sé
por qué me enojo. Ella se va sin decir más nada. Qué miedo… Hace poco volví a
leer un artículo del Inquilino donde hablaba sobre los talleres de guión, ahí señala que "sin una buena historia no
tienes nada, es el principio de todo”.
¿Y en serio es el principio? ¿No puede ser el final de todo? ¿Y si tienes una buena historia y la destrozas? ¿Qué dices ahora al respecto, Inquilino? ¿Lo sigues pensando?—le pregunto-.
INQUILINO: Ahora digo que sin ganas de escribir no tienes nada.
Lo que me vuelve a la pasión… Es por ahí, Musaraña…
Hubo tanta emoción en este taller por la historia de cada guión, que yo sigo
ahí, observando. Veo a una mujer virtuosa que nunca había escrito un guión y
fue la que más escribió, terminando como los grandes del terror. Veo al
talentoso becado que recibe nuestros comentarios con expectación y considera
esas otras posibilidades. Veo al jovenzuelo disperso que se fía de su
perspicacia, hace bien. Veo a la documentalista tenaz, es claro que ella no va
a parar hasta no estar satisfecha. Y veo al osado escritor de boina al que no
le importó atravesar la ciudad porque encontró pasión y la sigue, se deleita en
ella y nos la comparte. Nos comparte todo, porque todo le fue dado.
¿Cómo te posicionas frente a las historias que no escribes tú, Inquilino?
INQUILINO: Intento mantener la atención dividida en 2, como primer espectador de la historia, y como guionista pasajero de esa historia.
Una doble función que
efectivamente me da respuesta y me alecciona… ¡Que me falta mucho en este
oficio! Aquí no hay reparo, en serio se da todo desde su trinchera. Mi chismosa Musa me dice que les cuente un sólo ejemplo de los asistentes: Uno de una
persona que llevaba años trabajando su guión, con mucho material filmado y
habiendo asistido a dos de los talleres de guión más importantes que hay en
México, pero seguía atorada, no tenía trama ni estructura general. Pues
convinieron dos sesiones con El Inquilino, en escucharla, leerla, hacer preguntas,
para localizar los tres nudos que darían pie a su historia. “Es cuestión de paciencia,
para ver la luz”… Aunque tardes años.
¿Dónde crees que está el fallo más recurrente de los aprendices a guionistas?
INQUILINO: El fallo está en no dedicarle más horas de escritura (o más intensas) a tu guión, hasta estar orgulloso de él. Para eso están los talleres, para obligarte a escribir.
¿Y a qué taller te meterías tú Inquilino?
INQUILINO: Al de Jean-Claude Carrière me encantaría, si es que todavía da algún taller, porque está muy viejito...
Pues bueno, uno monta su camino y sigue: para estar
orgulloso ya es de cada quien su límite. Entre tanto yo sigo agradecida,
pensando en mi guión, asimilando lo aprendido y recordando mis viernes con
Leonora,
Mariana,
Habid,
Roberto,
Rodrigo y Aarón.
Gracias por compartir sus ganas de escribir, de escuchar, de dar y de encontrar en la
dinámica de un taller de guión eso que se crea desde lo colectivo, desde las
otras miradas que alimentan nuestro interés.
Si al final uno escribe __admítanlo o no__ para
los otros. Nos vemos en el próximo
taller. ¡Musaraña!
Y como parte de todo lo que se ha generado en
torno al Inquilino, mi compañero guionista Rodrigo Álvarez Espejel, finalista del concurso de logline´s, nos comparte su guión de cortometraje
tallereado en el 2do taller de escritura dramática del Inquilino Guionista,
cuya logline decía:
Es la historia de Jerónimo Malacara, empleado de una tienda de pinturas, en donde descubre el amor en una chica con los ojos color de rosa; Jerónimo es daltónico.
Que lo disfruten. Descárguenlo aquí.
Muchas
gracias al Inquilino por el espacio, la confianza y el aprendizaje.
2 comentarios:
ya lo había leído, pero se me antojó volver y me gusta el artículo, salvo el título :P
Cuando el colaborador o colaboradora no nos propone un título, nosotros lo echamos a suertes y ése fue el que salió... Pero sobre todo, muchas gracias por volver. No faltes nunca a la clase... de blogs que te gustan. :)
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