Este año
cumplimos 5 años. Cinco años de “dar la tabarra”, como se dice en mi
pueblo, de trabajar a duro desde nuestra
modesta posición, de ser, como también se dice en mi pueblo, “l*s tont*s del
guión”.
Típico, uno lo recuerda como si fuera ayer: Eran los últimos días de agosto del año dos mil diez. Se celebraba el Bicentenario de la Independencia, había muerto Monsiváis, y yo todavía vivía como fresa en el barrio de la Roma Norte en la Ciudad de México. Todo un joven guionista que a primera vista estaba viviendo un excelente momento laboral. Con los años aprendí que, desde el momento en el que haces aparición en la chancha del juego guionístico hasta el momento en el que tras haber salido vuelves a entrar con un nuevo y exitoso proyecto, a menudo pasan años.
Típico, uno lo recuerda como si fuera ayer: Eran los últimos días de agosto del año dos mil diez. Se celebraba el Bicentenario de la Independencia, había muerto Monsiváis, y yo todavía vivía como fresa en el barrio de la Roma Norte en la Ciudad de México. Todo un joven guionista que a primera vista estaba viviendo un excelente momento laboral. Con los años aprendí que, desde el momento en el que haces aparición en la chancha del juego guionístico hasta el momento en el que tras haber salido vuelves a entrar con un nuevo y exitoso proyecto, a menudo pasan años.
Pero en ese
tiempo mi situación era la mejor para alguien de mi edad: acababa de escribir
junto a dos guionistas más una serie de televisión de las codiciadas por su emisión
en horario prime time. Cada capítulo lo veían entre diecinueve y veintitrés
millones de personas: eso es lo bueno de México, mucha gente.
Y acababa de
coescribir también, un guión sobre la historia de amor de Jorge Negrete y María
Félix. Pensaba, todavía lo pienso, que cuando puedes vivir de escribir cine o
televisión estás ante el mejor oficio del mundo. Porque no es un oficio al uso,
ni un estilo de vida, ni un arte, ni un negocio si quiera, es todo eso y a
veces es mucho más.
Sin embargo,
para agosto del año dos mil diez llevaba dos meses sin trabajar, sin ganar
dinero y bien ignorante pensaba que aquello era el fin del mundo. Desconocía
que escribir era más difícil de lo difícil que ya sabía que era.
Y pensaba que
los pocos contactos que tenía en “la industria” se iban a olvidar de mí. Además,
acababa de cumplir treinta y un años y he de confesar que me sentía un
poquito maestro, lo suficiente como para empezar a escribir un blog sobre lo que hacía
artística y laboralmente. Como tantas otras personas en otras docenas y docenas de rubros.
Cinco años
pasaron y he escrito muchas cosas en el inquilino guionista; tantas que llegó
un punto en el que para no mentir y no mentirme y no repetirme tuve que bajar sensiblemente
el ritmo. Fue ahí cuando hace un par de años nació www.guionnews.com y
desviamos nuestro rumbo un poco, nos alejamos de tanta academia guionística del saber dramatúrgico y nos acercamos hacia
el periodismo. Periodismo guionístico, le llamamos.
Como siempre
pasa cuando te lo pasas bien, estos cinco años pasaron rápido. Y numerosas
veces uno piensa en tirar la toalla, pero siempre la comedia y el patetismo que
nos caracteriza a l*s guionistas hace su aparición y funge como auténtico motor
de todo esto. Reír y llorar.
Reír cuando
no nos toman en serio los productores caraduras, reirnos con las
ocurrencias locas de gente que nos sigue y nos escribe, reír al bebernos unas
cervezas con docenas, y docenas, y docenas de guionistas en las sucesivas
noches del guión. Viajar a otras ciudades, a otros países, hacer talleres, con
esfuerzo ser sinceros y escribir desde las vísceras, y volver a reír.
Y llorar por
otras muchas razones que no vamos a enumerar pues no queremos soltar la lágrima
fácil, truco de todo guionista.
Gente llegó gente
se fue, unos quedaron y otr*s crecieron con nosotr*s, y algun*s seguirán cuando
ya hayamos desaparecido. No sabemos hacer mucho más que escribir películas, televisión,
teatro, tener por lo menos una idea buena al día, investigar, leer manuales
sabiendo que odias los manuales pero que igual los lees porque tienen un noséqué entre nerd y pop, que los
hace divertidos.
Uno crece y tiene que agarrar la vida como la escritura, la
pobreza y el hastío, lo que sea que haya, tiene agarrarlo por los cuernos
siempre.
No sabemos
cuánto tiempo le queda al inquilino; tenemos proyectado seguir pero llegamos a
la conclusión que si no escribimos no somos nadie como para hablar de guión. Y
cada vez que nos falta el trabajo temblamos y pensamos en cerrar el changarro
inquilino. Dicho de otro modo, si no vivimos de esto nada de lo que hacemos
tiene sentido.
Pese a todo y los
momentos de flaqueza no vamos cerrar (este artículo) sino es con un "que siga el bloguionismo, esa inyección de autoría
(como una vez escribimos) iniciada en México hace ya cinco años".
Gracias escritores, a todos y todas por caminar a nuestro lado esta media década de historia.
¡Viva México, cabrones!
Gracias escritores, a todos y todas por caminar a nuestro lado esta media década de historia.
¡Viva México, cabrones!
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