Si alguien nos pregunta cuál es el tono de una historia,
podría ser bastante sencillo de definir. Al menos en una primera instancia.
Diríamos que una película es triste o alegre, oscura o inquietante. Y podemos
decir esto porque hay algo que hemos percibido en ella, que la define y que nos
llega rápido y sin error.
Más difícil es descubrir cómo se construye el tono. O si lo
queremos decir con más precisión, cómo se compone. Porque a todos los efectos,
la construcción del tono de una historia depende de un trabajo de composición.
Aunque la elaboración del tono integra varios aspectos, yo
me atrevería a proponer uno primero que los abarque todos: el tono refleja el estado de ánimo de una historia. Y la
propiedad que tiene este estado de ánimo es que se puede nombrar casi siempre
con una sola palabra. Una película o una serie nos habla desde un cierto tono
que establece y nosotros empatizamos con él. No importa que lo que vimos nos
guste o no, lo que importa es cómo nos hizo sentir y siempre sentimos algo.
Luego se puede pensar en un segundo aspecto que abarque una
obra completa: el género. No
pensemos en el género en términos de crítica cinematográfica. No lo veamos en
sus matices, aún. Pensemos simplemente que el género nombra nuestro estado de
ánimo de una manera más específica o más literaria. No digo que vi una película
alegre, sino una comedia. Comedia admite una cantidad de posibilidades y
matices en el tono. Si yo digo comedia, hablo de un tono alegre, divertido. Hay
gente que habla de películas “de llorar”.
Pueden ser dramas, tragedias, comedias y comedias dramáticas. Pero “de
llorar” puede convertirse en una auténtica marca definitoria del tono.
Stephen King en su libro “Danza macabra” cuenta que en el
género de terror una película está inevitablemente marcada por la noción de que
el encuentro con el monstruo significa la muerte. Ese clima de muerte inminente
es el que le brinda el tono a una película de terror: la idea de que alguien
siempre está en peligro de morir y que el héroe será aquel que sobreviva al
encuentro con el monstruo. A veces.
Esa lógica es la que excluye la posibilidad de construir la
película como un drama político, aún si el monstruo en cuestión se llamara
Augusto Pinochet. Tono y género están íntimamente relacionados y suelen abarcar la forma en que
percibimos una película.
La
catarsis de la que hablaba Aristóteles en un sentido más llano, nos habla de la
capacidad del público, no meramente de un espectador solitario, de emocionarse
con una obra. Podríamos decir que es la historia en sí la que
provoca la emoción, pero esa historia está recogida en un envase que guía
nuestro punto de vista y ese envase es el tono.
El tono y los tonos se relacionan en un todo con los
sentidos. Disparan un sentimiento, una referencia, un recuerdo, pero sobre todo
nos proponen un punto de vista y nos disponen emocionalmente a recorrerlo. En
audiovisual como en música, el tono se construye como un recorrido que es capaz
de superar sus tramos aislados.
“Romeo y Julieta” comienza como una comedia y no es sino
hasta la muerte de Mercuccio, que la obra no cambia su tono. Pasa de la luz a
la oscuridad a través del filtro de la muerte. No es en sí que sólo la muerte
de Mercuccio sea lo que cambia toda la perspectiva sobre la historia y muta la
comedia en tragedia. Es que todos sus personajes son invadidos por esa onda
expansiva con la cual Mercuccio los infecta y es esa misma muerte la que
alcanza a los protagonistas al final. El cambio de tono es tan brutal, que
cuando pensamos en la obra completa nos resulta difícil imaginarnos que esa
historia pudo haber sido una fresca historia de amor. Y es Shakespeare el que
maneja el punto de vista de tal forma que puede pasar de un estado al otro, de
un tono al otro.
En
dramaturgia se combinan las diferentes formas de percepción humana con el fin
de provocar un estado de ánimo, y que se sintetiza en un tono. Plásticamente
trabaja con luces y sombras, alternativamente, y se vale de los cálidos y los
fríos. A veces esto está marcado en una escena desde el comienzo, en la forma
que un personaje entra, en el humor que tiene, en el espacio que lo contiene.
Otras, dentro de una misma escena, es un conflicto entre personajes oscuros y
luminosos. A veces estos personajes no cambian y otras cambian de signo. A
veces es el amor o el desamor lo que los cambia. Y ese cambio determina el
tono.
La determinación de Lady Macbeth confronta con los temores
de Macbeth, y es ese contexto de conspiración y traición en la oscuridad y en
los pasillos, el que le brinda el tono, casi tanto o más que las acciones.
El
guionista compone sobre una tabla en la que los personajes se contrastan con el
fondo. El fondo es un espacio físico, un contexto histórico, una
amenaza, un peligro inminente. Un personaje pusilánime en un contexto que exige
determinaciones construye de inmediato un tono. Si es día o es noche, si es la
ciudad o el campo abierto, o el medio del mar. Un personaje confrontado con su
contexto es una premisa de trabajo para el tono. El humor y el carácter del
personaje se impregna sobre la inmanencia de un espacio en el que puede estar
solo o acompañado, pero siempre corriendo algún tipo de riesgo.
Si nos distanciamos de lo plástico y entramos en lo sonoro,
veremos que también esta forma de percibir nos delimita el tono. Nuestros
personajes son instrumentos musicales. En Pedro y el Lobo de Prokofieff, el
compositor ruso construye la historia asimilando a cada uno con un instrumento
que describe su fuerza y su tonalidad. Los personajes tienen una resonancia y
ejecutan de una manera peculiar. Pueden ser melodiosos y entonados, o pueden
ser ruidosos y desafinados. La
musicalidad construye espacios, alianzas y climas. Hay obras que son de
cámara, tranquilas y para pocos instrumentos. Hay otras que son orquestales,
excesivas. Hay otras, como propuso Bergman en su película “Saraband” que tienen
solo dos ejecutores. Esas opciones crean espacios públicos o íntimos. Está en
el autor saber si un personaje es una guitarra rota o un violín. Si suena como
percusión o como viento. Inevitablemente esas decisiones influyen en el tono.
Y otras veces los sentidos que intervienen son menos
usuales, pero igualmente útiles. ¿A qué huele un espacio? ¿Tiene un perfume o
es inodoro? ¿Y un personaje? ¿Es dulzón y atractivo o es agresivo? El olfato
también nos da un rango. Quizás el rango más estrecho, pero reconocible. Está
en nuestro presente y está en nuestra memoria. O el gusto. Hay situaciones que
nos remiten a sabores (y no solamente en el porno, cabe decirlo) y nos provoca
una reacción. Reconocemos esa sensación al tragar o al digerir. En una escena,
¿qué sentimos si un amante besa o lame a su pareja que acaba de salir del mar?
Percibimos eso, podemos registrarlo. Pero si quien lame es un hombre anciano a
una niña, nuestra sensación cambia.
Nuestros personajes pueden tener pieles arrugadas o suaves.
Pueden tener la consistencia de una piedra, ser quebradizos como un papel o
escaparse de nuestras manos como la arena. El
tono combina todos estos elementos. Se compone de rangos y contrastes. Puede
a veces resumirse en sensaciones muy primarias o en conceptos muy complejos,
pero aún cuando los conceptos sean complejos y dependan de un entramado, debajo
de ellos hay una sensación, de amor u odio, de agrado o desagrado, de pasión o
de reflexión.
Los
infinitos matices que componen el tono que el guionista quiere comunicar a su
público, se reúnen en una paleta en la que entran todos los sentidos y las
referencias. Construimos sentidos. Construimos estados de
ánimo. Nos valemos de elementos plásticos y sonoros. Nos valemos de
equivalencias. No es, seguramente, lo primero que pensamos. Pero cuando le
damos una segunda vuelta a las cosas, podemos descubrir que en nuestra historia
hay un personaje que es como una piedra, inamovible, pero a su alrededor todo
se mueve y muta. El contraste entre ambos elementos nos comunica un tono.
Pensemos sin ir más lejos en Gran Torino de Eastwood. Un
hombre anciano que no dejó su casa, que perdió su esposa, a quien sus hijos se
le van alejando en vida, rodeado de un mundo en el que todo ha cambiado menos
él, donde es “el último hombre blanco”. Y en ese mundo despiadado y carente de
afecto, él encuentra una ocasión y una causa para luchar por algo, hacer algo
bien, aunque le cueste la vida. ¿Se percibe el tono? ¿Se percibe esa
melancolía?
De esa
manera se construye un tono. Con elementos variados, con rangos y con
contrastes, con noción de que trabajamos con una paleta y que en ella tenemos
colores y climas. Y que nuestros espacios suenan, y que las
voces de nuestros personajes se complementan o chocan con ellos.
Nadie puede decir cómo hacerlo porque en eso reside el arte.
Y porque no hay una forma, sino varias. Y quizás porque en el fondo el trabajo
sobre el tono es el trabajo, a fondo, sobre el propio punto de vista. Entender
nuestras historias y nuestros personajes que son como colores o instrumentos. Transposiciones
de otras cosas. Siempre metáforas de algo que hay que alcanzar y con las que
queremos conmover. Crear estados de
ánimo.
Para eso se puede acudir a alguna fórmula, pero no siempre
alcanza. Porque de lo que trata de verdad todo esto del tono es de ser sensible
y, por si fuera poco, de saber contarlo.
7 comentarios:
Una gran entrada. Muy instructiva para todos aquellos que, como yo, estamos dando nuestros primeros pasos en el guión, y de la que también pueden aprender mucho aquellos que ya están más curtidos.
Un saludo.
Así es, Alberto. Gustavo, el autor de esta entrada es un gran escritor, entre otras cosas, de teoría dramática. Ojalá algún día podamos publicar un libro de él. Hasta entonces, muchas gracias por leernos Alberto. Celebro que te sirvan nuestros artículos.
Una entrada muy interesante y muy completa, gracias por comaprtirla, he aprendido mucho de ella y ya entiendo mejor de que va esto del tono, no comprendia que el tono abarcaba casi el todo de la peli, hasta la musica, en serio, muy interesante, gracias nuevamente.
Excelente contenido para los cinefilos. Excitos inquilino.
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Es muy interesante el tema del tono ; ya que define la parte emocional y de su estado anímico del guión de una película; esto nos hace sentir sentimientos psíquicos y emocionales
¡Genial! mil gracias por compartirlo.
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