lunes, 28 de diciembre de 2015

La genética del dolor en los personajes

En la escritura dramática hay un punto de contacto entre las reglas y las brujas. Todos sabemos que las brujas no existen, pero que las hay, las hay. Y todos sabemos que en escritura dramática no debería de haber reglas pero, de alguna manera, también las hay.

          Son reglas de las cuales no se ocupan los manuales, más preocupados por la estructura que por la piel y el alma de las historias. Las reglas de la composición que más se difunden están más relacionadas con el formato y la arquitectura textual que con las profundidades narrativas.
          Hay muchas de estas reglas profundas poco visitadas, pero hoy me meto con sólo una: la que trabaja sobre la génesis del dolor y la mancha. No son dos reglas, es una, pero trabajan en combinación y se retroalimentan. Quizás sea en el género trágico donde se las vea con mayor claridad. Pero si se las entiende en la tragedia es posible transportarlas a otros géneros.
          Una historia eficaz está compuesta por una línea genética del dolor. Cuanto más larga es esa línea, comparable a la de un árbol genealógico, más sólida será la tragedia que se cuente.
Si uno empieza con los griegos, con
La Orestíada por ejemplo, se ve que la línea de crímenes que se desata al comienzo de la trilogía está marcada por una genética muy precisa. 1) Que Paris rapte a Helena desata la Guerra de Troya; 2) que para ganar esa Guerra, Agamenón sacrifica a su hija Ifigenia; 3) que por matar a Ifigenia, Clitemnestra –la madre- conspira con Egisto –su amante- para matar a Agamenón cuando éste vuelve de la Guerra; 4) que por la muerte de Agamenón, su hijo Orestes mata a su madre y a su amante.Los antecedentes 1 y 2 ocurren antes de la trilogía, pero construyen la línea genética del dolor que sostiene la tragedia y el conflicto íntimo de los personajes. Ese dolor que se traduce en posteriores crímenes, se expande como una mancha.

          Condición número 1:
una tragedia se construye como documentación o retrato de esa línea genética del dolor y describe su expansión a lo largo de la historia que se narra como si fuera una mancha de aceite (o sangre).

          La línea genética del dolor puede ser previa y también estar contenida dentro del marco temporal de la historia que se cuenta. Es la que da sustrato a la historia. La expansión de la mancha es el elemento dinámico de la historia.
          Otra manera de presentarlo sería decir que los eventos clave dentro de la línea genética del dolor (muertes, pérdidas, asesinatos, traiciones) serían equiparables con los puntos de giro, mientras que el movimiento expansivo de la mancha es la argamasa que une un punto de giro con el otro. No sería el qué de la historia sino el cómo. Cómo se produce ese tránsito.
           En Romeo y Julieta el conflicto de las dos familias es la génesis del dolor, que es previo a la obra. Y es la muerte de Mercuccio la que determina el punto de giro que dará tono a la tragedia. La muerte de un personaje secundario, pero completamente funcional a la genética del dolor, actúa de manera directa sobre las posibilidades de que los dos protagonistas triunfen o sean derrotados en la búsqueda del amor.
          Una tragedia narra cualitativamente el rastro que deja una mancha entre un punto clave y otro. Entre dos muertes que buscan equilibrarse. Entre un crimen y un castigo. Si no hay génesis del dolor y si no hay desplazamiento de la mancha que construya más y nuevo contexto para ese dolor, no hay tragedia que valga.
          Condición número 2: La mancha extiende o amplifica el dolor preexistente. Crea una nueva línea que valida y continúa la tradición del dolor. Las tragedias funcionan como episodios de ese árbol genealógico de historias.
          Ifigenia... como obra es un episodio que entronca luego con la Guerra de Troya y dará sentido a La Orestíada. Está unida genéticamente con las otras historias que devendrán de ella, pero a su vez es autónoma.
          Algo similar pasa con Edipo Rey. El origen de la tragedia es completamente anterior a la obra en sí. La investigación de Edipo sobre la peste que asola Tebas tiene un origen desconocido para él, pero esa búsqueda es la que media entre un “crimen” y su “castigo”. Cuenta la forma novedosa en la que la mancha del dolor (y el crimen) se transporta de un punto al otro.
          El final de Edipo Rey es antecedente de las obras siguientes protagonizadas por Edipo, pero es –sobre todo- el soporte fundamental de Antígona. Antígona narra un episodio completamente autónomo de la saga de su padre Edipo, pero está integrado a la génesis del dolor que cae sobre esa familia.
          Esos eventos serían impensables si Edipo no se hubiera descubierto como un criminal y ese descubrimiento no hubiera desatado el suicidio de su esposa Yocasta. Ese “trágico” final es el que llevará más tarde al enfrentamiento de sus hijos, a sus muertes y a la prohibición de enterrarlos que sostendrá la historia de Antígona.
          Más allá de ser una crónica de las relaciones de sus dioses y los artífices humanos de una historia mítica, la tragedia griega es una crónica del tránsito del dolor de los hombres y mujeres, y cómo cada episodio amplifica un nuevo dolor en la generación siguiente. Y más que señalar los puntos claves que enmarcan cada historia, las tragedias siguen la pista, la ruta de expansión de ese dolor. El cómo. El cómo la mancha se extiende y se mantiene en movimiento constante.
          No es mera teoría. Uno de los requisitos de la narrativa es el movimiento constante. Más veloz o más lento, pero movimiento, transformación, cambio. Nosotros necesitamos ver un movimiento en las historias. Algo que se da a través del conflicto pero que no es el conflicto en sí mismo como condición general. Es un conflicto que determina cómo se va de un punto a otro de la historia.
          A veces, como reflejo de nuestra educación que hace hincapié en el conflicto per se, generamos situaciones conflictivas para mantener a los personajes en estado de movimiento y generar la ilusión de que hay un rumbo, una dirección. Cuando las historias importan de verdad y tienen calidad, ese rumbo y esa direccionalidad están plenamente integrados a los conflictos y obstáculos que los personajes encuentran en su camino.
          En un enfoque más usual de los manuales de escritura tenemos la idea de un disparador (algo que suele ocurrir dentro de la historia y que puede venir de antes de la historia en sí), un despliegue de conflictos crecientes que aumenten la tensión hasta llegar al clímax, y finalmente la resolución. Eso sería lo que podríamos llamar un enfoque estructuralista. Y que tiene más que ver con necesidades de industria y producción que con necesidades creativas.
          Para no moverme sólo con ejemplos de las tragedias griegas, voy a referirme a la serie The affair, donde la genética del dolor también está desplegada.
          Antes de que comience la historia, Alison, la coprotagonista, está casada y ha perdido a un hijo en una situación posible, pero emocionalmente incomprensible. Esa dificultad de superar la pérdida de su hijo erosiona la relación con su esposo y abre la posibilidad de que encuentre el amor con un extraño. Ese extraño es un novelista que llega cada verano a su pueblo.
          Pero en apariencia la muerte del hijo de Alison está marcada a su vez por dolores que el padre de Cole –su esposo- ha causado a su propia familia y a otros en su pueblo. Toda esta historia es anterior al drama de The affair, pero es la base sobre la que se producirá la expansión de la mancha. Y es a través de Alison y la tragedia de la familia de su esposo, los Lockhart, que la mancha se exporta. Noah, el extraño, el novelista, trae su propia versión de la mancha. Más soft. Son sus conflictos familiares irresueltos y los de la familia de su esposa.
          El encuentro entre Alison y Noah es novedoso, único, pero arrastra con él toda la carga de dolor que los árboles genealógicos propios y de vecinos les han dado. Y en el marco de su aventura amorosa (que evoluciona hacia una nueva pareja), crean un nuevo punto de dolor: la muerte del hermano menor de Cole Lockhart, ex cuñado de Alison. 
Esa imposibilidad de escapar de la mancha, que no para de avanzar, es determinante para el drama de todos los involucrados en la historia. Quieren vivir nuevas vidas pero descubren que están atados a dolores pasados y que no tienen forma de librarse de ellos.
          Condición número 3: La genealogía del dolor habla del peso que ejerce el pasado sobre el presente. La mancha habla de cómo ella emana del dolor previo y se expande hasta conformar un nuevo evento/hito en la genealogía del dolor.
          Condición número 4: La historia que se cuenta (la historia que nosotros queremos contar) es depositaria de un dolor previo, pero no lo repite ni lo convoca todo el tiempo. Es apenas un eco del pasado que crea un contexto absolutamente original y autónomo pero sin cortar lazos con lo anterior.
          Condición número 5: la relación entre genealogía del dolor y expansión de la mancha es orgánica e integral: se retroalimentan. Cuanto menos mecánica sea esta relación, mejor será la historia contada. Cuanto menos perceptible sea, a primera vista, la relación entre un evento antecedente y el evento presente (el narrado), más eficaz será la llegada de la historia a su público.
          Quizás alguien vea los rasgos y rastros de estructura que usamos los escritores a la hora de componer. Obviamente. Es más que probable. Pero la idea es ir un poco más allá. La estructura es solo una parte de la narrativa, mientras que la parte más importante tal vez sea la que se refiere a los sustratos, a la capacidad de humanizar esa estructura. A ser capaces de retratar los dolores reales y contemporáneos que podemos reconocer.
          Sólo nosotros podemos distinguir dónde están las líneas genéticas del dolor en el presente y sólo nosotros podemos saber cómo se expanden las manchas que desprende el dolor en la actualidad. No necesitamos hacer mera transposición de lo que han trabajado los griegos u otros grandes creadores de dramaturgia. Tenemos que aprender que un dolor se hace reconocible en su inmediatez y en su grandeza. Pero que si sólo retratamos el dolor en su grandeza, podemos llegar a perder cercanía.
          El trabajo del escritor/dramaturgo/guionista está en ser capaz de encontrar las nuevas maneras de trabajar sobre las genealogías del dolor y su expansión a través de la mancha. Tenemos que ver cómo variar su intensidad o su contexto para construir un género u otro. Y tenemos que variar las formas o sus consecuencias para movernos en los territorios del drama o la comedia, o ambos sucesivamente.
          Por eso, sin perder nunca de vista la perspectiva de un enfoque narrativo que aunque en principio se fije en la estructura, también nos permita indagar en un contexto más orgánico, más relacionado con los eventos y con el alma de los personajes, con elementos emocionalmente palpables que nos permitan ir mucho más allá de las formas.

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