Pensemos en Shakespeare. Pensemos si nos parece que Shakespeare es simple. Si sus ideas son simples, si sus argumentos y sus personajes son simples. Pensemos en obras de Shakespeare y yo propongo pensar en Rey Lear. Lear decide dividir su reino en vida entre sus queridas hijas y, por continuidad, entre los queridos esposos de sus queridas hijas. Situación siguiente, Lear es ninguneado por sus hijas salvo por una, y entran en una guerra civil para quedarse con el Reino.
Una de las mejores adaptaciones guionísticas y cinematográficas de la historia del Rey Lear la hizo en 1985 Akira Kurosawa. La película se llamó Ran y en vez de ser hijas fueron hijos, pero el centro del argumento era el mismo. Por ello, elegí Rey Lear porque la relación de lo que me interesa pensar está aquí de lo más clara y porque por muchas vueltas que le demos al argumento, descubriríamos que su tema está muy condensado y es muy sencillo. ¿Podríamos decir que es una versión del “cría cuervos y te sacarán los ojos”? Conclusión: Una de las obras cumbres del teatro y la literatura se puede reducir a un dicho popular. Y es cierto que para la misma idea, cada país y cada cultura puede tener su variante, pero en esencia lo que se quiere comunicar es lo mismo.
Muchas veces a la hora de construir un guion se nos indica que deberíamos pensar el tema. Un tema, por ejemplo, podría ser la traición. Y hay fábulas y refranes en los cuales la traición se encuentra contenida. El refrán de “Cría cuervos…” es claramente una referencia a la traición. Pero en un sentido es mucho más. La traición es el tema genérico de la frase, pero allí se habla de algo mucho más específico y es que quien cría hijos con la sensibilidad de un cuervo, se expone a perder los ojos a picotazos.
Se pueden buscar variantes de la interpretación y hasta de la intención. De qué es criar a un “cuervo”, de si el que lo cría también ha sido un cuervo, de los estilos, las formas, las costumbres, los linajes. La frase por sí sola tiene varias funciones: es un dicho popular conocido, es una advertencia y también puede poseer la forma de una moraleja.
En un tiempo no tan excesivamente lejano, la literatura se organizaba alrededor de las moralejas y aunque con el desarrollo de la narración y las técnicas, las moralejas desaparecieron del “texto escrito”, quedaron contenidas dentro del argumento y la trama. Quedaron capturadas por lo que hoy denominamos subtexto.
Un refrán no cubre necesariamente todas las posibilidades interpretativas para una historia o guion televisivo, teatral o cinematográfico, pero sí su núcleo temático. Por eso cada vez que se habla del tema en la dramaturgia pienso que ideas muy generales como la traición, la amistad, el amor, la venganza, y muchos otros, no alcanzan y ni siquiera son verdaderamente útiles para sostener el andamiaje de una ficción, ¿pero estaré en lo cierto?
Entre la idea traición y “cría cuervos y te sacarán los ojos” hay un mundo de diferencia, de calidad y de capacidad de estructurar una historia. La traición propone una cuestión abstracta y el refrán propone el germen de una fábula y la capacidad de un universo que se abre a ojos del guionista.
Un ejercicio interesante de escritura, o de análisis de la escritura, podría ser buscar una formulación de los temas de una ficción bajo la forma de un refrán. A veces puede ser muy directo como la relación entre Rey Lear y la frase “cría cuervos…”. Otras veces puede ser una hipótesis de una fábula. Por ejemplo: ¿qué pasaría si Caperucita y el Lobo se casaran y vivieran juntos durante 25 años? En ese caso, tendríamos House of Cards. Y aunque la referencia de House of Cards pueda ser –también- Macbeth (el acceso de un noble advenedizo al poder por medios criminales), lo que sintetiza el dúo Claire y Frank Underwood es la unión de dos criaturas para llevar a cabo sus ansias de poder y hacer reales sus deseos más perversos. Frank y Claire no son dos personajes al azar. Uno se comporta como un lobo y la otra se comporta como una mujer que apaña los actos del lobo. Su unión no es psicológica, no es costumbrista, no es realista. Es mítica. Y a partir de que la historia se organiza míticamente, sus acciones encuentran justificación en el mismo lugar: en el mito.
En la lectura inmediata de las historias somos dados a aplicarles paralelismos rápidos que se relacionan más con la forma o la superficie de la ficción, que con sus elementos nucleares. Esto no quiere decir que un guion se tenga que reducir a una única idea o frase como base constructiva, puede haber otras concurrentes.
Se puede pensar que la forma en que Frank y Claire Underwood disputan el poder y llevan a cabo su ascenso se puede condensar en la referencia de Macbeth, sin embargo, hay algo en el carácter y la unión de los dos personajes que va más allá del objetivo que se proponen. Comparando con el caso del “cría cuervos”, la cuestión sería qué tipo de personajes son los que se casan y alimentan ese tipo de deseos. No son cualquiera, y lo que les pasa no es cualquier cosa. Una posibilidad de verlo sería hacer una investigación histórica sobre quién era Macbeth y quién Lady Macbeth. De dónde venían, cómo se arregló su matrimonio, y todos los aspectos documentales que podrían dar un sentido al por qué están juntos y por qué hacen lo que hacen.
Otra forma de verlo, mucho más literaria y ficcional, es entenderlos desde su naturaleza mítica. Entender el costado mítico de unos personajes, una relación o un argumento, no implica volverlos un esquema, sino tener un punto de partida desde el cual elaborar las relaciones que estructuran la ficción y mueven la trama.
El refranero popular de cada cultura es muy rico en temas y metáforas fuertemente condensadas. En ese sentido es un tipo de recurso seminal. Se lo puede utilizar como una vía directa, como una hipótesis (el “como si” que interviene en House of Cards), o como una inversión de las relaciones posibles, tal y como sucede en Shrek. Y planteo variantes porque a partir de ellas se puede pensar cómo combinar modelos constructivos para afrontar cualquier ficción o guion. Es una estructura de ADN o molecular propia en la que cuanto más concreto sea el elemento de partida que utilizamos, más interesante será la premisa de la historia que vamos a contar.
Esta estrategia que sugiero, de trabajar con el saber popular o con fábulas no es necesariamente novedos(A). Hace mucho tiempo que se trabaja con fábulas conocidas como modelos a la hora de escribir. Algunas muy antiguas, otras más modernas. Pero lo que sí es importante tener en cuenta son las diferencias dimensionales. En un sentido una fábula propone un principio, un medio y un final. Está dominada por la presencia de arquetipos, una trama y, sobre todo, un tiempo. El tiempo que dura la fábula.
Una frase como “cría cuervos…” es de una dimensión mucho más apretada. Y su tiempo es indefinido. “Cría cuervos” y eso devendrá en que “te quitarán los ojos”. Propuesta y conclusión. Ni siquiera un chiste es tan condensado. Y es en ese sentido que la frase se vuelve tan poderosa y tan estructurante.
La correlación entre fábula y refrán estaba definida por la relación del cuento y la moraleja. Relaciones interdependientes. Las fábulas y los cuentos son la demostración de una tesis. El refrán y la moraleja, sus enunciados. Solo que en vez de estar al comienzo, están al final.
Como guionistas tenemos que establecer una relación muy estrecha con estos formatos. Comprender sus naturalezas y ver cómo se disponen. Al saber cómo descifrarlos, aprendemos cómo usarlos. Podemos ser capaces de buscar nuestras propias "fórmulas". Porque si bien las moralejas proponen (proponían) un cierto consenso sobre lo que deberían ser las cosas en el mundo, con el paso de los siglos se han ido forjando nuevas moralejas que no buscan calmar las buenas conciencias, sino agitarlas.
Lo que nos tiene que interesar de refranes y fábulas no es su mensaje por sí solo, sino el diálogo que establece ese mensaje con nuestra realidad actual, y cómo se construye su capacidad de contener temas y múltiples sentidos en una cantidad muy escasa y hasta muy precisa de palabras.
Esto, que en un primer momento puede parecer un recurso de uso solo para contar una ficción o escribir un guion, se puede convertir también en un elemento para la construcción de personajes. De la misma manera que cuando dotamos de carácter a un personaje nos valemos de varios elementos que pueden definir sus capas y su psicología, podemos además encontrar un cimiento que lo defina. Hay muchos refranes que también se refieren no a situaciones más amplias como es el caso de “cría cuervos”, sino a personas. Alguien puede ser un “sapo de otro pozo”. Podemos construir muchas variantes alrededor de ese sapo de otro pozo. Quién es, de dónde viene, por qué es así, o si no es así y solo se siente de esa manera. A veces elegir una premisa fuerte para un personaje como “ser sapo de otro pozo” puede ser mucho más concreto y estructurante que encontrarle cinco mil matices. Porque si es inteligente, tímido, débil o fuerte, son elementos del carácter que definen ciertos aspectos, pero nada define la naturaleza nuclear de un personaje dentro de toda una trama como “ser sapo de otro pozo”.
Esto es solo un ejemplo. Hay diez mil más que se podrían tomar. No se tiene por qué empezar por allí. O por una caracterización previa en particular. Pero cuando se borronean argumentos, aparecen las pistas y un personaje se puede anclar no con cinco rasgos, sino con una frase. Porque por lo mismo que la traición como tema es abstracto frente al “cría cuervos”, el tímido también es abstracto frente al “sapo de otro pozo”.
Nada de esto es una regla ni algo imprescindible a la hora de escribir. Pero en el momento de definir los trazos fundamentales de tu historia, ayuda muchísimo saber qué elementos están en la base de nuestro trabajo.
Como procedimiento, mi propuesta es no aferrarse a rasgos que pueden ser interesantes, pero muy amplios, y sí concentrarnos en la potencia que tiene el refranero popular como fuerza capaz de sostener nuestras ficciones y personajes. Ya sea para manejarlos por la vía directa, la hipotética o la inversa. No por nada muchas de esas frases tienen siglos o milenios de existencia. Si no fueran tan determinantes e influyentes en nuestra cultura, ya se habrían extinguido. En nosotros está indagar su dimensión y poder, y usarlo a nuestro favor.
¿Hay recetas para eso? No creo. Pero sí creo que son un recurso indispensable al que no deberíamos dejar de lado cuando queramos escribir una película, y que si lo incorporamos a nuestra caja de herramientas dramatúrgicas, nos hará sin duda guionistas más eficaces.
Escrito por Gustavo Placios.
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