lunes, 14 de abril de 2025

El pasado necesita guionistas con guiones históricos: te cuento cómo escribirlos

Hay géneros que parecen tener sus propias trampas. El guion histórico es uno de ellos. Desde fuera, parece sencillo: eliges un periodo, vistes a los personajes como si fueran parte de una obra escolar, les pones a hablar con cierta pompa, citas una fecha al principio y ya tienes la atmósfera. Como si fuera suficiente con declarar que estamos en “1519” o en “la posguerra” para que el espectador se sienta transportado. Pero no. Quien ha intentado escribir uno de estos guiones lo sabe: el pasado es escurridizo. Cuanto más lo estudias, más dudas aparecen. Y cuanto más lo ficcionalizas, más te das cuenta de que estás tratando con material sensible. Porque el pasado no está muerto. Lo seguimos discutiendo, lo seguimos temiendo. Y lo seguimos usando.

En mi caso, no me propuse escribir un guion histórico por amor a los trajes o a los archivos. Me pasó como pasa con muchas historias importantes: apareció una escena, una imagen, una pregunta. Me vi escribiendo sobre la conquista de México, no desde la perspectiva de Cortés o Moctezuma, sino desde una orilla menos nítida. Quería entender qué pasaba con los que no tenían voz en las crónicas: los traductores, los aliados indígenas, las mujeres, los huérfanos, los traidores a la causa equivocada. Al principio pensé que podía mantener la estructura clásica: conflicto principal, personaje central, arco dramático, punto de giro, clímax. Pero cada vez que intentaba encajar mi historia en ese molde, algo se rompía. El pasado no cabía. Me exigía otras formas.

Entonces empecé a investigar. Y esa parte fue hermosa. Porque no solo se trataba de leer libros. Se trataba de escuchar. De dejarse afectar por las palabras de Bernal Díaz del Castillo, por los fragmentos del Códice Florentino, por los textos contemporáneos que analizaban cómo fue realmente aquella mezcla tan violenta de culturas. Se trataba de viajar —a veces literalmente, otras veces a través de la imaginación— al cuerpo de los que vivieron aquello. ¿Qué pensaba un niño mexica viendo llegar a los caballos? ¿Qué sentía un tlaxcalteca que se unía a los españoles, sabiendo que estaba traicionando a los suyos… o quizás no? ¿Qué escuchaba una mujer que traducía entre mundos que no se entendían?

Escribir ficción histórica no es solo ponerse en el lugar del otro. Es ponerse en el lugar del otro que vivió en un tiempo que ya no es el nuestro. Un lugar doblemente ajeno. Y eso exige, primero, investigar con humildad. No se puede escribir sobre el siglo XVI como si uno estuviera escribiendo sobre su propia adolescencia. Hay que aprender desde cero cómo se vestían, cómo se nombraban, cómo se relacionaban con la muerte, con el cuerpo, con los dioses. Y también cómo se organizaban como sociedad: quién decidía, quién obedecía, quién era invisible.

Uno de los grandes errores del guion histórico es el anacronismo emocional. Es tentador hacer que nuestros personajes piensen como nosotros, sientan como nosotros, juzguen como nosotros. Pero no lo hacían. Sus valores eran otros. Su comprensión del mundo era otra. Y ahí está lo difícil: cómo contar una historia que conmueva sin traicionar el modo en que esa gente veía el mundo. Cómo evitar convertir a tu personaje en una especie de activista moderno disfrazado de emperador romano o de monja virreinal.

Por otro lado, el guion histórico no es una clase de historia. No se trata de educar al espectador. Se trata de emocionarlo, de hacerlo partícipe, de meterlo en la carne del conflicto. A mí me ayudó mucho una idea que leí en un libro sobre cómo escribir novela histórica: el lector no quiere que le digas qué estaba pasando en el país. Quiere que le cuentes qué pasaba esa mañana en la cocina de una casa cualquiera, mientras afuera se preparaba una rebelión. Quiere saber qué soñaba esa mujer que iba a ser ejecutada al día siguiente. Quiere saber si hacía frío, si alguien lloró en silencio, si hubo un último gesto de ternura. Porque en esos detalles está la historia que vale la pena contar.

Por eso, cuando escribí la serie sobre la conquista (no digo el título porque solo hicimos una temporada aunque le fue de maravilla en las métricas), me esforcé en entender los hechos… pero me concentré en los personajes. En sus deseos, en sus dudas, en sus contradicciones. Y descubrí algo importante: los personajes del pasado no son tan distintos de nosotros. No porque piensen igual, sino porque tienen conflictos humanos. Desean amar, sobrevivir, proteger a sus hijos, vengarse, ser libres, cambiar de vida. Si puedes encontrar ese deseo profundo en medio del caos de su época, ya tienes una historia.

Y entonces, como todo guionista, tuve que tomar decisiones. ¿Quién cuenta esta historia? ¿Desde qué punto de vista? ¿Es un narrador omnisciente? ¿Es un testigo? ¿Es un sobreviviente? Yo opté por una narradora que había traducido entre los españoles y los pueblos indígenas. Alguien que no era protagonista de la historia oficial, pero que había visto demasiado. Desde ahí pude contar sin solemnidad. Pude permitirme la duda, el miedo, el error. Porque la historia escrita desde abajo siempre tiene más grietas, y esas grietas son oro puro para un guionista.

En paralelo, empecé a estudiar guiones históricos que me habían impactado. La misión, de Robert Bolt, me enseñó que el choque entre religiones se puede contar desde la belleza. El crimen del padre Amaro, de Vicente Leñero, me recordó que el pasado también puede ser reciente. Mientras dure la guerra, de Amenábar y Alejandro Hernández, me hizo ver que un solo hombre ante una decisión política puede cargar con todo un país. Y The Favourite, con su humor feroz y su libertad narrativa, me enseñó que el respeto por el contexto no impide la irreverencia.

Así que si estás pensando en escribir un guion histórico, te dejo estas ideas que a mí me sirvieron:

  • Elige una época que te obsesione. No la más conocida ni la más prestigiosa. La que no te deja dormir. Esa es la buena.
  • Investiga en capas. Primero lo general, luego lo particular, y al final, los detalles. No te obsesiones con saber todo antes de escribir. Pero no escribas sin saber lo básico.
  • Piensa en el conflicto humano. ¿Qué quiere tu personaje? ¿Qué se lo impide? ¿Por qué eso era especialmente difícil en su época?
  • No expliques de más. El espectador no necesita saber toda la historia. Solo la que le afecta al personaje. Si puedes evitar una escena de exposición, hazlo.
  • No tengas miedo de inventar. Siempre que sea verosímil, puedes rellenar los huecos. La historia tiene muchas versiones. La tuya también merece existir.
  • Y sobre todo, no te sientas menos por no ser historiador. Ser guionista también es una forma de mirar el pasado. De reconstruirlo con imaginación, con preguntas, con respeto y con dudas. Porque la Historia con mayúsculas ya está escrita. Pero las historias minúsculas, las que nadie contó, esas están esperando.

Y por si esto fuera poco, aquí les menciono alguno tropos comunes en el guion histórico, una vez los conocí se me revelaron cual verdad evocadora y no los he podido ni querido olvidar, ya que considero que es importante conocer los tropos del género para poder subvertirlos o utilizarlos con conciencia, aquí van:

  • El gran hombre: biopics centradas en figuras masculinas como Churchill, Lincoln o Bolívar.
  • La mujer detrás del trono: historias de mujeres influyentes pero invisibilizadas, como en The Favourite o Juana la Loca.
  • La traición nacional: tramas que giran en torno a guerras, colonizaciones o dictaduras (La lengua de las mariposas, Apocalypto).
  • La lucha por la libertad: desde Braveheart hasta Selma, el pasado se convierte en campo de batalla ideológica.
  • El extranjero asombrado: el narrador-testigo que permite explicar la época al espectador sin ser expositivo (El nombre de la rosa, The Last Samurai, Siete años en el Tibet).

Quizá la historia que tú tienes que escribir ocurrió en 1521. O en 1948. O en 1982. No importa el año. Importa que haya algo en ese momento que te queme las manos, que te pida ser contado.

Así que eso: Elige tu siglo. Escúchalo. Ficciónalo. Y escribe.

Si estás escribiendo un guion histórico, o quieres hacerlo y no sabes por dónde empezar, en El Inquilino Guionista tenemos espacio para eso. Además, hemos vendido ya 3 guiones históricos desarrollados en nuestros talleres, donde no solo analizamos estructura o diálogos: también investigamos, debatimos, nos preguntamos qué vale la pena recordar.

Escríbenos a inquilinotaller@gmail.com

Porque el pasado no se escribe solo y porque todavía hay mucho por contar.



Marta Martínez

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