Antes de los setenta, las adaptaciones literarias eran frecuentes, pero el cine estadounidense aún se apoyaba en gran medida en guiones originales o en historias provenientes del teatro. Sin embargo, con la crisis de los grandes estudios y el declive del sistema clásico de estrellas, los ejecutivos comenzaron a ver en los best sellers una fuente confiable de material con un público asegurado.
El caso de El padrino (1972) de Francis Ford Coppola es emblemático. La novela de Mario Puzo, publicada en 1969, se convirtió en un éxito editorial inmediato, lo que llevó a Paramount a comprar los derechos y encargar la adaptación a Puzo y Coppola. El guion de El padrino cambió la manera en que se estructuraban las narrativas de crimen en Hollywood, introduciendo una profundidad psicológica y familiar inédita en las películas de gánsteres.
Otro ejemplo clave fue Tiburón (1975), basado en la novela de Peter Benchley. La adaptación de Carl Gottlieb y el propio Benchley mantuvo la premisa central de la historia, pero modificó personajes y giros narrativos para ajustarlos a la estructura cinematográfica de tensión progresiva. Este filme, dirigido por Steven Spielberg, consolidó la era del blockbuster y demostró que una adaptación literaria podía convertirse en un fenómeno de masas.
Otros títulos relevantes de la década que siguieron esta tendencia incluyen El exorcista (1973), basado en la novela de William Peter Blatty; Todos los hombres del presidente (1976), adaptación del libro de investigación periodística de Carl Bernstein y Bob Woodward sobre el escándalo Watergate; Encuentros cercanos del tercer tipo (1977), que, si bien no es una adaptación directa de una novela, fue influenciado por el auge de la literatura de ciencia ficción y teorías sobre OVNIs; Fuego en el cuerpo (1978), una adaptación de la novela de James M. Cain; y Apocalypse Now (1979), inspirada en la novela El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, aunque con una relectura radical que transformó su ambientación colonial en la Guerra de Vietnam.
La influencia de los best sellers en los guiones de los setenta no solo afectó la elección de historias, sino también su estructura y tono. A diferencia de la narrativa más lineal de los guiones clásicos, muchas de estas adaptaciones introdujeron una mayor complejidad en los personajes y en la progresión de los conflictos. El exorcista (1973), escrito por William Peter Blatty a partir de su propia novela, es un ejemplo claro: la película combinó horror psicológico con elementos de drama existencial, algo poco habitual en el cine de terror previo.
Además, el éxito de estas películas llevó a una mayor valorización de los derechos literarios en Hollywood. Los estudios comenzaron a pagar sumas millonarias por la adquisición de best sellers antes incluso de su publicación, una práctica que persiste hasta la actualidad. Esta estrategia consolidó la figura del guionista como un adaptador más que como un creador de historias originales, generando debates en la industria sobre la disminución de espacios para ideas nuevas.
Varios guionistas se consolidaron en esta época gracias a la adaptación de best sellers. Además de los ya mencionados Mario Puzo y William Peter Blatty, destacan nombres como Robert Towne, quien adaptó Shampoo (1975) y fue consultor en la adaptación de El padrino; Ernest Lehman, guionista de Portnoy’s Complaint (1972), basado en la novela de Philip Roth; y Carl Gottlieb, quien trabajó en la adaptación de Tiburón. Towne, en particular, defendió la necesidad de que los guionistas aportaran su propia visión a las adaptaciones, en lugar de limitarse a transcribir las novelas.
La tendencia también impactó a escritores literarios que decidieron incursionar directamente en el guion. Michael Crichton, autor de La amenaza de Andrómeda (1969), no solo vio su novela adaptada en 1971, sino que él mismo dirigió Westworld (1973), basada en un guion propio. Este fenómeno anticipó la llegada de autores como Stephen King al mundo del cine, marcando un puente entre literatura y guionismo que sigue vigente.
La adaptación de un best seller al cine requiere encontrar un equilibrio entre fidelidad a la historia original y la necesidad de construir una narrativa cinematográfica efectiva. Algunos de los aspectos clave que han demostrado ser exitosos incluyen:
-Identificar el núcleo temático: Más que trasladar cada detalle de la novela, el guion debe capturar su esencia emocional y temática.
-Reestructurar la trama: Las novelas tienen ritmos distintos a las películas, por lo que es necesario condensar subtramas, eliminar personajes secundarios y reforzar los arcos dramáticos.
-Adaptar el lenguaje literario al visual: Lo que funciona en la página puede no funcionar en pantalla. Convertir descripciones y monólogos internos en imágenes y acciones es fundamental.
-Conservar la voz del autor sin sacrificar la visión cinematográfica: Un equilibrio entre respetar el estilo del escritor original y permitir que el director y el guionista impriman su propio sello.
-No temer a los cambios: Algunas de las mejores adaptaciones, como El padrino o Tiburón, hicieron modificaciones significativas respecto a sus libros originales, lo que permitió que la historia funcionara mejor en cine.
En cuanto a la pregunta del título, los best sellers cambiaron la historia del guion en los años setenta porque consolidaron una nueva estrategia de producción en Hollywood: las grandes inversiones en derechos literarios y en la conversión de novelas populares en películas taquilleras marcaron el inicio de la era del blockbuster. Además, estas adaptaciones reconfiguraron el papel del guionista, inclinándolo hacia la labor de adaptador en lugar de creador original, lo que transformó la dinámica entre literatura y cine hasta nuestros días.
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